César Conto Ferrer fue un filólogo, literato, militar, diplomático, jurisconsulto y político liberal colombiano del siglo XIX. Nació en la localidad de Negua, dentro del municipio de Quibdó (departamento de Chocó), en 1836, en el seno de una familia acomodada. En plena Guerra de los Supremos (1839-1842), el primero de los conflictos civiles de la Colombia decimonónica, los Conto tuvieron que dejar su hogar ante las amenazas de las fuerzas conservadoras, por lo que terminaron asentándose en la ciudad de Cali. Allí, desde 1841, el joven César cursó sus estudios; su formación culminó con un doctorado en Derecho, obtenido en la bogotana Universidad del Rosario. En 1860 regresó a la capital del Valle del Cauca, donde trabajó como juez y como fiscal, ya como miembro de pleno derecho del Partido Liberal. Durante la Guerra civil de 1860 a 1862, tomó las armas y luchó con arrojo en defensa de su ideología; al término de la contienda, fue elegido diputado en el parlamento de su estado y desempeñó diversos cargos en la administración gubernamental. En 1870, fue llamado por Eustorgio Salgar (1831-1885, presidente de Colombia entre 1870 y 1872) para colaborar en las labores del Gobierno nacional. Entre 1875 y 1877 nuestro autor fue presidente del estado del Cauca, cargo desde el que tuvo que hacer frente a las ofensivas conservadoras que tuvieron lugar durante un nuevo enfrentamiento civil, la Guerra de 1876 a 1877; además, durante su mandato, contó con su primo, el célebre escritor Jorge Isaacs (1837-1895), como ministro de Instrucción Pública. A continuación, se trasladó a Europa y ejerció como embajador en Londres. Desde mediados de la década de 1880, tras el triunfo electoral del Partido Nacional de Miguel Antonio Caro (1843-1909), que contó con el apoyo de los conservadores, la estructura liberal y descentralizada del Estado colombiano comenzó a ser desmontada, y las personalidades más señeras de la etapa anterior –como nuestro protagonista– se vieron forzadas a marcharse al exilio. César Conto se refugió en Guatemala, en cuya capital murió en 1892, cuando contaba solo 56 años de edad. Finalmente, 30 años después, sus restos mortales fueron trasladados a su localidad natal, donde descansan desde entonces rodeados del reconocimiento de sus vecinos.
El trabajo filológico del chocoano se centró en la creación de manuales sobre la gramática de lenguas extranjeras destinados a la formación de los hispanohablantes; todos fueron publicados durante su estancia en Europa (1880-1885). Además, en compañía del también filólogo Emiliano Isaza (1850-1930), llevó a las prensas un diccionario sobre patronímicos y antropónimos, que recogió 11 576 onomásticos o apellidos de origen hispano o españolizado, 581 nombres de procedencia extranjera y 715 topónimos. Esta obra vio cinco ediciones hasta el final del siglo XIX, y fue, con mucha diferencia, su trabajo más exitoso y el de mayor difusión.
Jaime Peña Arce