José Ignacio Paulino Dávila Garibi fue un jurista, historiador, filólogo y académico mexicano del siglo XX. Nació en la ciudad de Guadalajara, en 1888, dentro de una familia acomodada de ascendencia vasca. Cursó toda su formación académica en su ciudad natal: aprendió las primeras letras de la mano de maestros particulares para, a continuación, continuar sus estudios en las principales instituciones educativas de la capital jalisciense; en 1911, con 23 años, inició la carrera de Derecho, que culminó en 1916. Durante su juventud aprendió, además, diversos idiomas extranjeros (inglés, francés e italiano), lo que le allanó el camino para familiarizarse también con diferentes lenguas amerindias. Por espacio de 14 años (1916-1930) compaginó el desempeño de la abogacía con su pasión didáctica e investigadora por las Humanidades. Durante aquellos años, ejerció la docencia en varios establecimientos educativos de Guadalajara, al tiempo que desarrolló fecundas investigaciones históricas sobre su estado –llegó a viajar a Sevilla y a Roma para completarlas– y participó en numerosas sociedades científicas. En 1930 se trasladó a la Ciudad de México y, entre 1931 y 1934, empezó a colaborar con la federal Secretaría de Bellas Artes. A partir de 1935 retomó su faceta docente, que culminó con su ingreso en la Universidad Nacional Autónoma de México, donde se jubiló. Dávila Garibi fue miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, en la que ocupó los cargos de secretario y bibliotecario; de la Academia Mexicana de la Historia y de, entre otras, la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. Nuestro protagonista, rodeado de admiración y grandes reconocimientos, falleció en la capital mexicana en 1981, cuando contaba con 93 años de edad. La Cámara Nacional de Comercio de Guadalajara le dedicó su instituto cultural.
Sus principales líneas de investigación fueron la historia eclesiástica, la genealogía, el estudio de la etapa virreinal en Jalisco y la descripción de los idiomas amerindios de su área natal. Su trabajo filológico se centró, principalmente, en el estudio del nahua, pero también en otras lenguas mesoamericanas, como el ópata o el tegüima. Sus aproximaciones a estas cuestiones cristalizaron en un sinfín de publicaciones, bien editadas de forma independiente en monografías, bien en forma de artículos (o, a veces, y con ligeras modificaciones entre una y otra, de ambas formas). Lo prolífico de su labor investigadora, junto con las diversas formas en que esta vio la luz, dificulta establecer una historia y una cronología temporal precisa de todas sus publicaciones.
Jaime Peña Arce