Carlos Clavería fue un filólogo y académico español del siglo XX. Nació en 1909, en Barcelona, ciudad en la que se formó hasta alcanzar, después de seguir cursos reglados en su Universidad, las licenciaturas en Derecho y en Filosofía y Letras. En 1929, con el fin de doctorarse, se trasladó a Madrid. Pese a residir solo un año en la capital, se hizo rápidamente un hueco en sus círculos intelectuales, organizados en torno al Centro de Estudios Históricos. En 1931, tras una breve estancia en Múnich, y gracias a una beca, se marchó como lector a la Universidad de Marburgo (Hesse, Alemania), dando así comienzo a un periplo que, por espacio de 19 años y pretiriendo la Guerra Civil Española (1936-1939) y la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), lo llevó por diferentes academias de Europa y Norteamérica. De Marburgo pasó a Fráncfort y de ahí, tras la invasión nazi de Polonia, a Uppsala, en la neutral Suecia, donde explicó Literatura comparada hasta 1945. Acabado el conflicto bélico, cruzó el Atlántico para instalarse en la Universidad de Pensilvania (1946); en ese centro estadounidense ejerció su magisterio y dejó una notable escuela. En 1950, con un amplio bagaje internacional, regresó a España para ocupar la cátedra de Gramática general y Crítica literaria en la Universidad de Murcia; tras tres años, se trasladó a la Universidad de Oviedo. Desde 1955, el barcelonés alternó sus quehaceres en la Universidad ovetense –salvo unos breves meses en la de Santiago de Compostela– con largas estancias en centros de investigación extranjeros: volvió a la Universidad de Pensilvania, visitó las de California y dirigió el Instituto de España en Múnich. Consagrado a tareas intelectuales y eruditas, que facilitaron su incorporación como miembro de número a la Real Academia Española (1972), pasó el resto de su vida, que tocó a su fin en Oviedo, en 1974, cuando contaba solo con 65 años de edad.
El trabajo filológico de Clavería fue muy notable, tanto en cantidad como en calidad. No obstante, destacó más por sus trabajos literarios que lingüísticos, aunque –como buen miembro de la Escuela de Filología Española– nunca desatendió ninguno de los dos campos. Además de un sinfín de artículos publicados en revistas especializadas, su dedicación al estudio de la lengua española –en especial, a la de los Siglos de Oro– cristalizó en su discurso de recepción en la Academia, pronunciado e impreso en 1972. En él, gracias a su amplia experiencia internacional, disertó sobre la influencia de la lengua y la literatura española en la Europa renacentista. De suma importancia son también sus investigaciones, reunidas en un volumen colectivo, sobre la influencia del caló en nuestra lengua.
Jaime Peña Arce