Crescencio Carrillo y Ancona fue un historiador, arqueólogo, erudito, teólogo y religioso mexicano del siglo XIX, especialista en la cultura del pueblo maya. Vio la luz en Izamal (Yucatán), en 1837, en el seno de una familia muy modesta. Pasó su infancia en su pueblo natal, situado en una de las zonas con mayor grado de preservación del legado prehispánico, y gracias a su natural predisposición hacia el estudio y al apoyo de su madre, maestra de primera enseñanza, se hizo con el título de bachiller en Filosofía en el seminario de San Ildefonso, en Mérida, capital del estado. En 1858, obtuvo la licenciatura en Teología y, al poco tiempo, alcanzó el presbiterado. A partir de la década de 1860, comenzó a desempeñar una activa tarea docente e investigadora desde distintas cátedras de la institución en la que se había formado; nuestro protagonista estimuló la vida cultural de Yucatán mediante la fundación de varias publicaciones periódicas y legó a la posteridad una numerosa obra escrita, centrada en la descripción de la historia mayense. Simultáneamente, fue ascendiendo en la escala jerárquica de la diócesis yucateca, hasta que, en 1887, se hizo con la dirección de esta sede episcopal, responsabilidad que lo ocupó hasta su muerte. Durante sus años como obispo, sin preterir su faceta investigadora y divulgativa, estimuló la creación del vecino obispado de Campeche e intentó coser las heridas que la denominada Guerra de castas (1847-1901), un conflicto librado entre los indígenas y los criollos yucatecos que abrió en su tierra natal. Crescencio Carrillo y Ancona, 31.º obispo de Yucatán, falleció en 1897, con 60 años, en la ciudad de Mérida, donde había residido durante más de 40 años.
La contribución de nuestro protagonista a la descripción de la historia yucateca y de la lengua maya fue muy considerable, y cristalizó en un sinfín de publicaciones que, en ocasiones, presentan una complicada trayectoria editorial, pues fueron impresas como artículos en prensa antes que como libros independientes. También fue notable su trabajo historiográfico sobre la bibliografía de la mencionada lengua amerindia, en especial, sobresalen sus investigaciones acerca de la obra de Juan Pío Pérez Bermón (1798-1859). Por otro lado, la producción filológica personal de Carrillo cuenta con tres importantes títulos: en el primero, Disertación sobre el origen de la lengua maya o yucateca, nuestro obispo atribuye raíces mitológicas al idioma estudiado. A continuación, y dentro de una recopilación a escala nacional de las palabras que las diferentes lenguas amerindias mexicanas habían legado al español de ese país, el yucateco se encargó de las de origen maya; por último, redactó un breve estudio etimológico sobre dos relevantes topónimos, América y Yucatán.
Jaime Peña Arce