Juan de Albornoz (también conocido como Juan de Albornes) fue un misionero y lingüista español, activo en Centroamérica a finales del siglo XVII y durante los primeros años del XVIII. La investigación maneja escasos datos sobre la biografía de nuestro protagonista: se sabe con certeza que vio la luz, en 1656, en la localidad sevillana de Écija, en cuyo convento de San Pablo y Santo Domingo tomó los hábitos y preparó su viaje al Nuevo Mundo. En 1687, con 31 años, embarcó en Sevilla rumbo a los territorios de la Capitanía General de Guatemala, adonde llegó sin ninguna vicisitud digna de reseñar y en compañía del historiador ecijano Francisco Jiménez de Quesada, O. P. (1666-1722), a quien debemos la mayor parte de las referencias sobre el periplo vital de nuestro dominico. Albornoz –convertido en un prototípico ejemplo del lingüista misionero– aprendió a la perfección la lengua del país y pasó el resto de sus años predicando, defendiendo y adoctrinando naturales en el corazón del actual estado mexicano de Chiapas; en 1714, un año antes de morir, fue nombrado predicador general de los dominicos en aquellas tierras. Juan de Albornoz murió, en un lugar por determinar, en 1715, con 59 años.
El trabajo filológico del ecijano cristalizó en la composición de un Arte de la lengua chiapaneca, idioma dominante en la región durante los años en los que Albornoz ejerció su magisterio, pero extinto desde 1940. Este Arte (cuya atribución al de Écija es puesta en duda por parte de la investigación) circuló de forma manuscrita durante años hasta que fue llevado a las prensas, en 1875, por el americanista francés Alphonse Pinart (1852-1911). Pinart recibió un manuscrito de esa obra, compuesto a finales del siglo XVII y con correcciones del propio Albornoz, de manos del también americanista francés Brasseur de Bourbourg (1814-1874), a quien –a su vez– se lo había regalado, junto a todos códices chipanecos requisados por el gobierno de Chiapas tras la aplicación de las Leyes de la Reforma y el cierre de los conventos, el gobernador del estado, Ángel Albino Corzo (1816-1875). Ese manuscrito se conserva hoy en la Bibliothèque Nationale de France (París).
Jaime Peña Arce