Francisco Varó o Varo, pues no está muy clara la estructura acentual de su apellido, fue un religioso y sinólogo español del siglo XVII. Los datos conocidos sobre la vida de este autor son bastante escuetos. Nació en Sevilla, en 1627, en una familia cuya calidad nos es desconocida. Entró como novicio en el convento hispalense de San Pablo en 1643 y, desde un principio, expresó sus deseos por misionar en el Imperio Celeste. En 1646 fue reclutado para ello y partió para Manila –vía Nueva España–, adonde arribó en la primavera de 1648. Tras unos meses en la capital filipina, ciudad en la que comenzó a aprender algunos dialectos del mandarín gracias a su gran comunidad de residentes chinos, se embarcó hacia la China continental. El dominico se instaló en la actual provincia de Fujian (frente a las costas taiwanesas) aprovechando una etapa de vacío de poder que hizo más fácil su labor pastoral. Permaneció en aquellas tierras, evangelizando y aprendiendo la lengua de los naturales, hasta su muerte; simultáneamente, formó a muchos otros correligionarios en esos mismos quehaceres. Nuestro misionero falleció en la ciudad de Fuzhou, en 1687, con 60 años de edad y tras 30 de residencia en ese rincón del Extremo Oriente.
El trabajo filológico del sevillano se centró en la descripción de la lengua china, tanto desde un punto de vista lexicográfico como fonético y gramatical. Compuso inicialmente dos vocabularios, que sirvieron como libros de texto para otros misioneros de su congregación; los manuscritos de ambos textos se conservan en la Staatsbibliothek zu Berlin y fueron editados en el 2006. A continuación, y durante 20 años, se dedicó con ahínco a la composición de una gramática. Las tareas de redacción de esta última obra fueron ímprobas y contaron con el rechazo de buena parte de sus compañeros, quienes consideraban tal tarea poco menos que imposible, pues calificaban al chino como una lengua desordenada, es decir, carente de cualquier norma gramatical. Sin embargo, poco antes de su muerte, nuestro andaluz terminó el trabajo, que solo vio la luz por los desvelos de uno de sus discípulos, Pedro de la Piñuela, O. P. (1650-1704), quien se preocupó por imprimir una obra en cuya composición también había participado. El Arte de Varó vio la luz en las prensas de la iglesia dominica de Yang Renli y quedó convertido en el texto seminal de la Sinología española; sin embargo, es de justicia añadir que con anterioridad otros misioneros habían compuesto textos análogos que nunca llegaron a imprimirse y que, en la mayoría de los casos, terminaron por perderse. En dicho texto, que emplea el método comparativo chino-latín, se deja patente la gran variación dialectal de esa lengua y se propone, como primer paso para su aprendizaje, el estudio del mandarín.
Jaime Peña Arce