Enrique de Villena (o de Aragón) fue un cortesano y hombre de letras español, activo durante los primeros decenios del siglo XV. Su biografía está marcada por la enorme inestabilidad que vivieron los reinos cristianos peninsulares durante aquella centuria. El lugar y la fecha exactos de su nacimiento se desconocen, aunque se postula que vino al mundo en algún lugar de Castilla la Nueva (probablemente, en la actual provincia de Cuenca) y en torno a 1384. Lo que sí se conoce es su abultado abolengo familiar —su padre fue un infante de Aragón y su madre, una infanta de Castilla—, razones que justifican los títulos nobiliarios que llegó a ostentar: I conde de Cangas y Tineo y señor de Iniesta. Aunque era el heredero legítimo del marquesado de Villena, no llegó a heredarlo, pues la temprana muerte de su padre impidió que este último realizara todos los trámites burocráticos pertinentes. Conocemos muy pocos datos sobre la infancia de nuestro protagonista, en la que, huérfano de padre y abandonado por su madre, sirvió como moneda de cambios entre los monarcas castellanos y aragoneses. Al parecer, pasó los primeros años de su vida en la corte nobiliaria de su abuelo Alfonso de Aragón (1332-1412), radicada en Valencia. Allí entró en contacto con los intelectuales y eruditos del llamado Siglo de Oro valenciano. De aquel ambiente y siendo aún niño, pasó a la corte que la monarquía aragonesa tenía instalada en Barcelona. No obstante, este no fue su destino definitivo, ya que Enrique III (1379-1406, rey de Castilla entre 1390 y 1406), primo carnal de nuestro autor, lo llamó a Castilla a finales del siglo XIV. Enrique de Villena continuó su formación en la corte castellana y fue debidamente dotado, circunstancia que le permitió unirse por vía matrimonial con una rica heredara del país, María de Albornoz (ca. 1382-1440). El matrimonio fue un fracaso, por lo que fue finalmente anulado. Tras este hecho, Enrique, gracias a sus numerosos contactos, ocupó el maestrazgo de la orden de Calatrava. Depuesto de tal dignidad en 1415, vivió el resto de su vida como cortesano en los séquitos de diferentes monarcas y nobles castellanos y aragoneses. Por este motivo, llevó una vida errante por diferentes puntos de la geografía española, aunque las ciudades en las que pasó más tiempo fueron Valencia y Madrid. Consagró los 30 últimos años de su vida a un sinfín de tareas intelectuales. Sus variados intereses lo acercaron incluso a las ciencias ocultas, motivo por el que llegó a ser acusado de hechicero. Finalmente, Enrique de Villena murió en Madrid en 1434.
El trabajo erudito de Villena fue enorme, hasta el punto de que es considerado uno de los intelectuales de referencia del momento. Sin embargo, el estrictamente filológico fue más escaso. A este respecto, destaca su Arte de trovar o libro de la gaya ciencia, considerado el primer trabajo sobre la ortografía del castellano. Esta obra, escrita en vernáculo, contiene reflexiones sobre la formación natural de los sonidos, el origen de las letras y su historia o la relación entre la fonética y la representación gráfica de los fonemas. El texto de Villena se conservó solo de manera fragmentaria, por lo que gran parte de la información en él contenida se perdió en el transcurso de los siglos. Lo que quedaba de la obra fue rescatada por el polígrafo ilustrado valenciano Gregorio Mayans y Siscar (1699-1781), quien lo incluyó en sus Orígenes de la lengua española (Juan de Zúñiga, Madrid, 1737). La primera edición moderna independiente del Arte de trovar fue realizada en 1923 por el afamado historiador Francisco Javier Sánchez Cantón (1891-1971).
Jaime Peña Arce