Rufino Blanco fue un afamado pedagogo español, activo durante las últimas décadas del siglo XIX y el primer tercio del XX. Nació en 1861 en una pequeña localidad de la provincia de Guadalajara, Mantiel. A corta edad, se trasladó con sus padres a Madrid, ciudad en la que se avecindó de por vida. Tras conseguir el título de maestro y empezar a ejercer esa profesión, comenzó los estudios de Filosofía y Letras, en los cuales acabó doctorándose bajo la dirección de Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912) en 1909. Nuestro protagonista compartió con su maestro una ideología de signo conservador y un ferviente catolicismo. Blanco fue el gran renovador de la primera enseñanza en la España de la Restauración, quehacer que el movimiento regeneracionista había puesto en el centro del debate político. Además, fue el responsable de la fundación —y el primer director— de la Escuela de Estudios Superiores de Magisterio, una institución que dignificó la profesión de maestro. Su interés por la pedagogía no fue solo práctico, sino también teórico, ya que cristalizó en múltiples publicaciones monográficas, en artículos en publicaciones especializadas, en conferencias en congresos nacionales e internacionales, y en la dirección de revistas y periódicos. Nuestro alcarreño colaboró activamente con el Gobierno español en pro de la mejora de la instrucción pública nacional, y a él se deben (por lo menos en espíritu) gran parte de las leyes educativas del momento. Sus intensas relaciones con los diferentes gobiernos, tanto en la etapa del turnismo como durante la dictadura (1923-1930) del general Primo de Rivera (1870-1930), lo llevaron incluso a ejercer como concejal en el ayuntamiento de Madrid entre 1924 y 1927, y como gobernador civil de la provincia de Segovia entre 1927 y 1930. Finalmente, Rufino Blanco fue detenido durante los primeros meses de la guerra civil española y fusilado en el Madrid republicano por sus simpatías con el bando contrario. En la actualidad y como homenaje, llevan su nombre diferentes instituciones educativas de múltiples ciudades de su país natal.
La producción erudita de nuestro autor fue enorme y abarcó distintas disciplinas del saber, tales como la pedagogía, el derecho y la filología. Dentro del plano lingüístico, destacan sus múltiples manuales gramaticales destinados a los diferentes niveles de la enseñanza. De entre los títulos destinados a la primera enseñanza, destacan los siguientes: Primeras lecciones de lengua castellana, Nociones de lengua castellana y Fundamentos de lengua castellana. Por otro lado, sus obras destinadas a la segunda enseñanza fueron Gramática de la lengua castellana o española y Tratado de análisis de la lengua castellana o española; este último manual recibió un informe favorable de la Real Academia Española y también se empleó en los estudios de bachillerato y en las escuelas normales. Cabe destacar que Blanco fue reelaborando y llevando a la prensa estos manuales de forma continuada, por lo que fueron reimpresos en múltiples ocasiones durante los años finales del siglo XIX y los primeros tres decenios del XX. Esta situación ha acarreado grandes complicaciones a la hora de establecer una cronología editorial clara dentro de su producción filológica; además, el hecho de que su vasta producción esté prácticamente sin estudiar no ha permitido despejar las dudas respecto al mayor o menor grado de filiación de sus diferentes títulos. Al margen de su producción gramatical de uso didáctico, también debemos mencionar su Refranero pedagógico hispanoamericano, compuesto por 241 adagios de ambos lados del Atlántico y destinado también a las escuelas primarias.
Jaime Peña Arce