Juan Antonio Hermógenes Calderón Espadero nació en Villafranca de los Caballeros (Toledo) en 1791, hijo del médico segundo de la localidad. Ingresó pronto en la orden de San Francisco. Estudió Humanidades, Filosofía y Teología en los conventos de la orden de Lorca (Murcia) y Alcázar de San Juan (Ciudad Real). Fue exclaustrado durante la Guerra de la Independencia (1808-1814) y luchó en ella como furriel de su tío materno Pedro José Espadero. Esta salida del convento marcaría el resto de la vida, ya que durante este periodo, en Valencia, tuvo la oportunidad de leer a los empiristas británicos y a los enciclopedistas franceses. Volvió a ingresar en el convento en 1814, acabando los estudios y ordenándose sacerdote. Entonces fue nombrado profesor de Filosofía en el convento de Alcázar, donde había finalizado sus estudios. En las clases exponía sus ideas, ajenas a la ortodoxia, lo que le acarreó problemas. El movimiento revolucionario de 1820 le permitió abandonar la orden franciscana, y pasó a ser cura seglar. Denunciado como liberal, se vio obligado a abandonar España en 1823 tras sufrir un atentado. Se convirtió al protestantismos en Bayona (Francia), contrajo matrimonio en Burdeos (Francia), y de ordenó como ministro de la iglesia anglicana en Londres en 1830. Se ganó la vida como profesor de nuestra lengua, así como de las clásicas, realizó traducciones, e hizo otros encargos y menesteres (incluso trabajó de zapatero), lo que demuestra que su situación económica no era nada buena. Regresó a España en 1842, pero en 1844 hubo de salir de nuevo, instalándose de manera definitiva en Inglaterra en 1845, siendo protegido, a distancia, por el erudito y bibliófilo Luis de Usoz y Río (1805-1865), y en Inglaterra por el amigo de este Benjamin B. Wiffen (1794-1867). Fue el editor de dos revistas publicadas en español, El Catolicismo Neto y El Examen Libre, con las que pretendía difundir el protestantismo y que introducía clandestinamente en España. En ellas polemizó con Jaime Balmes (1810-1848). En 18522 fue nombrado profesor de lengua y civilización españolas del King’s College de Londres, puesto para el que compitió con Emmanuel del Mar. Murió en Londres en 1854.
Juan Calderón colaboró con Usoz y Wiffen en la Colección de Reformistas Españoles, que publicó 21 volúmenes entre 1847 y 1865, en ediciones muy cuidadas, con la que pretendían recuperar las obras olvidadas de los protestantes y otros heterodoxos. El recuerdo de su tierra le hacía leer el Quijote, llegando a escribir el Cervantes vindicado en ciento y quince pasajes del texto del Ingenioso Hidalgo D. Quijote de la Mancha, que no han entendido o que han entendido mal algunos de sus comentadores o críticos (Imprenta de J. Martín Alegría, Madrid, 1854), con el que adquirió fama de cervantista notable. Calderón publicó también controversias religiosas. Pero aquí nos interesa por ser autor de un tratado sobre los verbos ser y estar, y de un libro que le valió justa fama, aunque pronto fue olvidado, Análisis lógica y gramatical de la lengua española, pese a ver en su vida una segunda edición (Imprenta de A. Vicente, Madrid, 1852), en la cual no intervino (se debe a Francisco Merino Ballesteros), y otra en 1861 (mejorada, también, por Francisco Merino Ballesteros). Fue recomendado como libro de texto en las Escuelas Normales. Es, pese a su brevedad, una de las obras más notables de la lingüística española del siglo XIX. Tiene dos partes, una primera en la que se corrigen los defectos que aprecia en el uso de la lengua, y una segunda de análisis gramatical, no muy profundo pues su formación no era la de un gramático del español, aunque supo tocar los temas principales. Esta última obra formaba parte de la Revue Grammaticale de la Langue Espagnole, un conjunto de libros misceláneos que publicó en Burdeos entre 1838 y 1839, más tarde traducida como Revista Gramatical de la Lengua Española y publicada en Madrid en 1843. Para que sirviera de complemento y apéndice de Análisis lógica y gramatical compuso un Diccionario gramatical de la lengua española que solo contenía de A a Aco, en 48 páginas.
Manuel Alvar Ezquerra