Martín del Castillo fue un religioso, humanista, semitista y teólogo español, activo en el Virreinato de la Nueva España durante el siglo XVII. Pese a ser un autor relevante, su biografía presenta numerosas lagunas, por lo que es difícil fijar una cronología exacta. Se desconoce la fecha concreta de su nacimiento, aunque se ha fijado en 1600. Natural de Burgos –ignoramos la calidad de su familia–, se formó en el convento franciscano de su ciudad natal, uno de los más afamados de su tiempo, donde se ordenó y obtuvo la licenciatura en Teología. Tras un tiempo como docente, en el que llegó a alcanzar la cátedra, se embarcó, en una fecha por determinar, rumbo al Nuevo Mundo. Existe constancia documental de que nuestro franciscano estaba radicado en la Ciudad de México antes de 1637. En la capital novohispana dio rienda suelta a su erudición, hasta convertirse en una de las figuras señeras de la intelectualidad novohispana de la época. Fue rector del colegio de San Buenaventura Tlatelolco, consultor inquisitorial y autor de numerosos y variados textos filológicos y religiosos. Los últimos años de la vida de Castillo son un completo enigma: parece que regresó, al menos por unos años y en torno a 1676, a la metrópoli, pues fue procurador de la orden seráfica, en representación de todas las provincias de las Indias, en Madrid. En la actualidad, el lugar, la fecha (parece que fue en torno a 1680, aunque otras fuentes hablan de 1690) y las circunstancias de su muerte siguen siendo un misterio.
El trabajo lingüístico de Martín del Castillo se centró en la creación de manuales para estimular la enseñanza del griego y del hebreo en su patria de adopción, pues, en aquel momento, esas disciplinas no se impartían de forma regular en las universidades y seminarios novohispanos. Sus manuales sobre esas dos lenguas –destinados, dada la situación, a lectores autodidactas– presentan una estructura similar: ambos están divididos en cinco libros. Estos dos textos fueron los primeros de esa naturaleza redactados en el Nuevo Mundo, aunque, debido a la carencia de tipos adecuados en las imprentas mexicanas, fueron enviados a Lyon para su publicación. Los cinco libros de su Arte hebraispano versan sobre: el primero, fonética y grafías; el segundo se centra el nombre; el tercero, en la morfología verbal; el cuarto, en las formas irregulares de este; y el quinto informa acerca de las partículas y las características sintácticas del hebreo. Este Arte no fue solo la primera gramática sobre esa lengua compuesta en el Nuevo Mundo, sino que es el primer trabajo de este tipo en relación con el español. Por otro lado, la Gramática de la lengua griega consta también de cinco libros: el primero está dedicado al alfabeto, los signos ortográficos y la presentación de los dialectos helenos; el segundo se ocupa de la morfología nominal; el tercero, de la verbal; el cuarto se centra en las palabras invariables; y el quinto entra de lleno en el estudio de la sintaxis. Este texto tuvo una amplia aceptación en las instituciones culturales de la América española de su tiempo.
Jaime Peña Arce