Miguel Herrero de Ezpeleta fue un cortesano, burócrata, erudito y académico español, activo durante la primera mitad del siglo XVIII. La biografía de este autor presenta importantes lagunas que la investigación aún no ha podido llenar. Desconocemos la fecha de su nacimiento, aunque se presupone que debió acontecer en los años finales del siglo XVII o en los primeros del XVIII, pues sus progenitores contrajeron matrimonio en 1693. También es desconocido el lugar donde fue alumbrado, pero es probable que tuviera lugar en la localidad de Fortanete (Teruel), ya que existe constancia de que procedía de una familia hidalga oriunda de esa zona del Maestrazgo turolense. También se le presupone cierta formación académica, pero se desconoce su índole y el lugar en el que la adquirió. Una parte de la crítica defiende que nuestro protagonista siguió la carrera eclesiástica –probablemente en Salamanca– y profesó como carmelita descalzo; otra, por su parte, niega la mayor y afirma que contrajo matrimonio. Sea como fuere, la primera fecha conocida de su periplo biográfico, la de 1738, hace alusión a su nombramiento como miembro de la Real Academia de la Historia. Desde 1739 residió en Madrid y ejerció como funcionario de la Secretaría del Despacho de Estado, sección en la que permaneció –con periódicos ascensos– hasta su muerte. Al parecer, contó con la protección de relevantes personajes de la corte de Felipe V (1683-1746, rey de España entre 1700 y 1746), como el cronista de Indias Luis Bartolomé de Salazar y Castro (1658-1734), a quien sucedió en sus quehaceres, o el infante Felipe de Borbón (1720-1765, rey de Parma entre 1748 y 1765), hijo del primer monarca español de la casa de Borbón e Isabel de Farnesio (1692-1766, reina consorte de España entre 1714 y 1746). Herrero de Ezpeleta, que residió largos años en el castillo de Villaviciosa de Odón (Madrid), falleció en la capital española en 1750.
El trabajo filológico de nuestro protagonista se concretó, durante su juventud, en la composición de una apología de la pureza de la lengua castellana, conservada en forma manuscrita en la Biblioteca Nacional de España (en adelante, BNE). En ella, negando el principio de la variación, defendió la idoneidad de una serie de pronunciaciones y los sentidos etimológicos de varias lexías. Esta obra, construida a partir del tópico del manuscrito encontrado, enlaza una serie de réplicas y contrarréplicas (supuestamente anónimas, pero elaboradas todas por Herrero de Ezpeleta) en las que se rebaten y se terminan confirmando las teorías e hipótesis defendidas en primer lugar. La estructura del texto es la que sigue: a) «Discurso sobre el idioma castellano» (págs. 4-22 de la digitalización de la BNE), b) «Censura del discurso sobre el idioma castellano» (págs. 23-31), c) «Otra censura sobre el mismo discurso» (págs. 32 y 33) y d) «Defensa del discurso sobre el idioma castellano» (págs. 34-final). El manuscrito conservado incluye algunas páginas en blanco y glosas del propio autor.
Jaime Peña Arce