Bartolomé Jiménez Patón nació en Almedina (Ciudad Real) en 1569. Asistió al Colegio Imperial jesuita (Madrid) junto con Lope de Vega (1562-1635), de quien fue un gran admirador. En 1588 ingresó en la Facultad de Artes de la Universidad de Baeza, donde obtuvo el título de bachiller en Artes y Filosofía en 1592. Un año más tarde emprendió la carrera eclesiástica recibiendo órdenes menores; sin embargo, terminó por abandonarla. En 1597 se graduó como maestro en Artes en la Universidad de Salamanca y, un año después, se inició en el ejercicio de la docencia como preceptor en Alcaraz hasta 1600, año en el que le concedieron una cátedra de Humanidades en Villanueva de los Infantes (Ciudad Real). Permaneció allí hasta su muerte, en 1640, aunque, en ocasiones, se vio obligado a desplazarse por motivos profesionales, ya que también fue notario del archivo de la Inquisición de Murcia, correo mayor de Villanueva de los Infantes y preceptor del Conde de Villamediana (1582-1622).
Se observan tres características definitorias en su obra filológica: su concepción de la lengua supeditada al uso, su propósito didáctico y la influencia de El Brocense (1523-1600). Sus Institvciones son un breve tratado que contiene apuntes sobre la gramática española; no son, por tanto, equiparables a las grandes obras gramaticales publicadas hasta el momento. El interés de la obra reside en la originalidad de algunas de sus observaciones, entre ellas las relativas a la determinación nominal. Se imprimieron junto con el Epítome de la ortografía, un trabajo más exhaustivo, pero menos innovador, en el que, siguiendo a Nebrija (1441 o 1444-1522), expone la teoría ortográfica del español y la compara con la latina. En la línea de su concepción lingüística, publica la Eloqvencia española en arte, un manual de Retórica en español, donde trata, exclusivamente, la elocución y la acción. Completa los contenidos de la Eloqvencia con el Perfeto predicador, centrado en la oratoria sagrada, y con un manual sobre dialéctica que nunca llegó a ver la luz: Instrumento neçesario para el conoçimiento de las ciencias. Se trata de una traducción de dos obras de El Brocense: De nonnullis Porphirii aliorumque in dialectica erroribus (Miguel Serrano de Vargas, Salamanca, 1588) y la sección dedicada a la dialéctica del Organum dialecticum et rhetoricum (Miguel Serrano de Vargas, Salamanca, 1588). Años más tarde, en 1621, imprimió un nuevo tratado sobre Retórica más próximo a la idea tradicional de la disciplina: Mercurius trismegistus. Contiene las segundas ediciones de la Eloqvencia, las Institvciones y el Artis rhetoricae, cuyos datos de la primera edición se desconocen. Hacia 1620 tenía preparado para llevar a la imprenta el cuarto de los ocho volúmenes de los Comentarios de erudición, un proyecto editorial inacabado que pretendía reunir toda su obra. Además de su aportación a la filología española, tradujo obras de autores grecolatinos, compuso comedias y autos sacramentales y escribió sobre temática costumbrista y religiosa.