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Alonso de Huerta fue un religioso, gramático, lexicógrafo y quechuista activo en Lima durante los últimos decenios del siglo XVI y los primeros del XVII. Su biografía presenta bastantes interrogantes: nació en Huánuco (Perú) en el seno de una familia criolla –su padre era un antiguo militar de origen español que había apoyado a la administración virreinal en el último episodio de las guerras civiles entre los conquistadores del Perú, la sublevación de Francisco Hernández Girón (1510-1554). Parece que Alonso nació ya en tiempo de paz, por lo que la fecha de su nacimiento no podría ser anterior a 1556. Pasó su infancia y adolescencia en la localidad que lo vio nacer, donde –y pese a no ser esta su lengua materna– se familiarizó a la perfección con el quechua. En la Universidad de San Marcos, en Lima, alcanzó el título de maestro en Artes y se doctoró en Teología; en 1585 se ordenó sacerdote y pasó a formar parte del clero diocesano, pues aunque Huerta siempre mostró cercanía por la Compañía de Jesús –prueba de ello es que, tras su muerte, le dejó todos sus bienes– nunca ingresó en ninguna orden religiosa. Dentro del clero regular, Huerta llegó a alcanzar un papel preponderante en de la diócesis limeña, convirtiéndose en uno de los más estrechos colaboradores del segundo arzobispo de la ciudad, Toribio Alfonso de Mogrovejo (1538-1606). Finalizada su formación, el huanuqueño compaginó la labor pastoral en diversas parroquias y reducciones indias con la labor docente del quechua: fue catedrático de esa lengua en la Catedral de Lima desde 1592 y, en torno a 1616, alcanzó la cátedra en la Universidad de San Marcos. A lo largo de toda su vida, Alonso de Huerta manifestó su preferencia por las comunidades indígenas y su cultura: llegó a ser amonestado por las autoridades por alborotar a los indios de las reducciones y se negó categóricamente a la implantación de los estudios de Medicina en la Universidad limeña, aduciendo que las prácticas sanitarias incas eran mucho más efectivas. Bien por causa de la defensa de los indios, bien por luchas de poder dentro del clero limeño, Alonso de Huerta se vio involucrado en numerosas causas civiles, la última de ellas, en 1641. Se desconoce la fecha exacta y las circunstancias de su muerte, aunque la investigación no la sitúa más allá de 1650.
Su labor filológica está íntimamente ligada a su trabajo como docente. Fue el primer criollo (es decir, ya nacido en Indias) en redactar una gramática del quechua, el Arte de la lengua quechua, en la que, partiendo de la pronunciación del quechua sureño y aprovechando el desbarajuste fonético-ortográfico reinante, se decantó por la forma quechua para designar a esa lengua frente a la forma quichua, vigente hasta el momento (esta sigue siendo, aún en la actualidad, una cuestión no resulta); además, Huerta, en este texto, tras criticar las obras de sus predecesores, Diego González Holguín, S. I. (1533-1617) y Diego Torres Rubio, S. I. (1547-1638), trazó una división dialectal de la lengua de los incas según su grado de pureza.
Jaime Peña Arce