Hernán (o Fernán) Núñez de Guzmán fue un celebérrimo humanista español, activo durante el primer tercio del siglo XVI y conocido como el Comendador Griego o el Pinciano. Los datos acerca de su nacimiento son algo confusos, igual que los detalles sobre los primeros decenios de su vida. Sea como fuere, la opinión más extendida radica su nacimiento en Valladolid —de la población vaccea de Pincia, identificada erróneamente con la mencionada urbe castellana, le viene uno de sus sobrenombres— y lo fecha entre 1470 y 1475, aunque hay autores que hablan de 1478 como año de su natalicio. No obstante, de lo que sí existe certeza es de que vio la luz en el seno de una familia acomodada, que formaba parte de la élite administrativa de Castilla durante el reinado de los Reyes Católicos. Tanto la desahogada economía familiar como su cercanía a los círculos de poder permitieron que nuestro protagonista recibiera una esmerada educación y que se relacionara desde su infancia con personajes relevantes, como Nebrija (1441 o 1444-1522) y su mecenas Juan de Zúñiga (1459-1504), pero muy especialmente con Íñigo López de Mendoza, I marqués de Mondéjar y II conde de Tendilla (1440-1515), que fue siempre su gran protector. Gracias a esos contactos, ingresó como caballero en la Orden de Santiago a una edad muy temprana; con el tiempo sus ascensos le valdrían el grado de comendador, de donde emana el otro de sus sobrenombres. Fijar una cronología exacta sobre el periodo formativo del Pinciano es complicado. Parece que antes de 1486, siendo casi un niño, residía en Salamanca, donde realizaría los estudios de bachiller; de esta época dataría su relación con Nebrija y Zúñiga, a quienes acompañaría en la corte de este último, instalada en Alcántara (Cáceres). Desde muy temprana edad mostró una capacidad asombrosa en el aprendizaje de lenguas. A continuación, se postula que realizó un viaje a Roma dentro de la embajada del Conde de Tendilla, desde donde se trasladaría al Colegio de San Clemente de los Españoles, en Bolonia, donde permaneció por espacio de diez años (1486-1496). Su estancia en Italia le permitió mejorar su dominio de las lenguas clásicas y familiarizarse con la obra de algunos de los humanistas más importantes, como su admirado Lorenzo Valla (1406 o 1407-1457). Parece que en torno al final del siglo se encontraba ya de vuelta en España, concretamente en Granada, donde tanto su familia como su protector residían. En esa ciudad andaluza ejerció como tutor de los hijos del Conde de Tendilla hasta 1510 aunque, entre medias, realizó un nuevo viaje a Italia. Al final de esta etapa, el vallisoletano dominaba a la perfección el latín, el griego, el hebreo, el arameo y el árabe. Culminado su aprendizaje, se presentó sin éxito a una cátedra en la Universidad de Salamanca en 1511. En 1513 se hallaba en la de Alcalá y colaboraba en las tareas de composición de la Biblia políglota complutense. Finalmente, en 1519, alcanzó la cátedra de Griego en la Universidad de Alcalá; de aquellos años data su relación con Jerónimo Zurita (1512-1580). Debido a su filiación erasmista y a su apoyo al bando comunero durante la guerra de las Comunidades (1520-1522), se vio obligado a abandonar la Academia complutense, con lo que retornó a Salamanca en 1523, donde ejerció como catedrático de Retórica y Griego. En la Universidad salmantina permaneció, aunque con algunos sobresaltos propios de la vida académica, hasta el final de sus días. El Comendador Griego murió en la ciudad del Tormes en 1533 y su cuerpo fue enterrado en la antigua iglesia de Santa Susana.
El trabajo erudito y filológico del Comendador Griego fue monumental, especialmente su acercamiento a la obra de Plinio el Viejo (20-79). Su quehacer estrictamente lingüístico fue, sin embargo, más reducido. En este sentido, y de manera póstuma, aparecieron en Salamanca sus Refranes o proverbios en romance […], inspirados en los Adagia de Erasmo de Rotérdam (1466-1536) y en los Refranes del Marqués de Santillana (1398-1458). Núñez dedicó los últimos años de su vida a la recogida de paremias provenientes de diferentes romances peninsulares (gallego, portugués, leonés, castellano, aragonés o catalán), al estudio de su origen, a la regularización de su métrica y a —como buen humanista— su entronque con la tradición clásica. El resultado fue una recopilación alfabética de estos junto a una pequeña glosa, que, al parecer, ya estaba lista para llevar a la imprenta en torno a 1550. Dicho repertorio paremiológico multilingüe, el primero de estas características conservado en la península Ibérica, influyó, por ejemplo, en la Philosophia vulgar de Juan de Mal Lara (1524-1571) o en el Vocabulario de refranes y frases proverbiales de Gonzalo Correas (1571-1631). La obra paremiológica del Pinciano fue abundantemente reeditada durante el resto del siglo XVI y las centurias siguientes. A partir de las últimas décadas del siglo XX comenzaron a aparecer ediciones críticas (1987, 1993, 2001 o 2014).