Antonio de Ágreda nació en el mes de febrero de 1714 –aunque la investigación no se pone de acuerdo en la fecha exacta– en, según parte de la bibliografía, Torrijo del Campo (Teruel, España) o, según otras fuentes, en Torrijo de la Cañada (Zaragoza, España). Cumplidos los 21 años de edad, debutó como novicio en el Colegio que la Compañía de Jesús poseía en Tarragona. Parece que, tras un breve espacio de tiempo, viajó a la Nueva España aún como novicio. Estudió Teología en Puebla. Después, se instaló entre las comunidades otomíes, dedicado a su enseñanza y conversión. Al alcanzarle la senectud, se retiró al Colegio de San Luis de la Paz (Guanajuato, México) –primera fundación jesuítica en la Nueva España–, del que llegó a ser padre espiritual. La tranquilidad de sus últimos años se vio truncada por el decreto de expulsión de su Orden –ratificado por Carlos III (1716-1788) en 1767. El 26 de julio de ese año, el padre Ágreda partía –a escondidas– hacia su destino como exiliado. Era tal el cariño que la población local sentía hacia sus religiosos, que se temía una sublevación. Pese a las precauciones tomadas, esta se produjo y fue acallada sin piedad. Tras una estancia de seis meses en la prisión del Puerto de Santa María (Cádiz), Antonio de Ágreda arribó a los Estados Pontificios, y en Imola falleció –tras más de 15 años de exilio– el 2 de febrero de 1785.
El padre Ágreda, apoyándose en su experiencia personal, redactó durante su estancia en prisión su Gramática y diccionario del otomí. La publicación de esta obra fue vetada por la gran cantidad de errores doctrinales que contenía. Habría que esperar más de un siglo, hasta 1893, para que esta obra fuera llevada a las planchas en Ciudad de México, editada por Eustaquio Buelna, y bajo el título de Luces del otomí, o Gramática del idioma que hablan los indios otomíes en la República Mexicana.