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José María Ricardo Ovidio Limardo fue un abogado, escritor, periodista, académico y filólogo venezolano. Los datos que poseemos sobre la vida de este autor son inconexos, por lo que su semblanza biográfica presenta importantes lagunas y es difícil trazar una cronología clara. Nació Limardo, hijo del médico y pintor José de la Cruz Limardo (1787-1851), en la localidad de El Tocuyo, capital del municipio de Morán (estado de Lara, Venezuela), en el seno de una familia criolla de ascendencia española e italiana, acomodada y bien relacionada con las nuevas autoridades de la recién emancipada república. Parece que Ricardo aprendió las primeras letras en su ciudad natal y, alcanzada la adolescencia, se trasladó a la ciudad de Valencia (actual capital del estado de Carabobo, que a mediados del siglo XIX también incluía el de Lara), en cuya Universidad comenzó la carrera de Derecho, disciplina en la que terminó licenciándose y doctorándose. Culminados sus estudios, inició su carrera docente en esa misma institución, de la que llegaría a ser catedrático especializado en Derecho Civil, Romano y Comparado; años después alcanzaría el rectorado. Parte de la investigación sostiene que Limardo fue también médico –aunque sin aclarar si cursó los estudios de Medicina–; no podemos afirmar ni refutar esta afirmación, solo podemos consignar su pasión por la Medicina Legal (quizá más teórica que práctica), la condición de médico de su padre y su título de doctor (en Derecho), cuestiones todas estas que –probablemente–, y junto a lo fragmentario de su biografía, hayan forzado esta atribución. Sea como fuere, en los albores del decenio de 1860 Limardo se trasladó a Europa, viviendo a caballo entre París, donde ejercía como profesor de español al tiempo que ampliaba sus conocimientos sobre Derecho, y Madrid, ciudad en la que trabajó como abogado, periodista y escritor. En el año 1864 presentó su candidatura como académico correspondiente en París de la Real Academia Española, distinción que le fue otorgada dos años más tarde. Algunas noticias radican al venezolano en el turbulento Madrid del Sexenio Democrático (1868-1874) y en los primeros años de la Restauración: parece que durante este tiempo intimó con algunos de los más destacados miembros de la intelectualidad madrileña –hay constancia de su relación epistolar con el político Emilio Castelar (1832-1899) y con el escritor y académico, Juan Eugenio Hartzenbusch (1806-1880). Cabe suponer su regreso a Venezuela en torno a 1880 y su reingreso en la Universidad de Carabobo, donde continuaría con sus labores intelectuales y pedagógicas. En 1903 ingresó como miembro extranjero en la Academia Española de las Bellas Letras de Santiago (Chile) y seguidamente fue elegido para la Academia Venezolana de la Lengua, sin embargo, no llegó a tomar posesión de forma efectiva en ninguna de las dos. Ricardo Ovidio Limardo murió en Caracas en 1907 con 82 años, habiendo recibido importantes reconocimientos y condecoraciones. Es destacable que, al igual que su padre –quien, pese a vivir una época muy conflictiva, no tomó partido ni por Bolívar (1783-1830) ni por los realistas españoles–, Limardo siempre se mantuvo al margen de los vaivenes políticos de su país: un ejemplo fue su pasividad ante la Revolución Legalista (1892), que frenó el intento del presidente venezolano Raimundo Andueza Palacio (1846-1900) de perpetuarse en el poder en contra del mandato constitucional. Esta realidad, junto con la reiterada negativa de Limardo a ocupar cargos de responsabilidad en la administración, ha llevado a parte de la investigación a calificar a este autor como ejemplo de intelectual no comprometido; por otro lado, hay investigadores que sostienen que –pese a no involucrase en cuestiones cotidianas– sí se preocupó por el devenir patrio a largo plazo, siempre con Europa como modelo. En 1958 se inauguró un grupo escolar en el municipio de Urdaneta (estado de Lara, Venezuela) que lleva su nombre.
Aparte de los textos relacionados con su faceta profesional, el Derecho, Limardo fue un apasionado de todas las disciplinas humanísticas, entre ellas, la Filología, la Historia y la Literatura; de todas estas materias legó escritos a la posteridad. Dentro de los estudios lingüísticos se le atribuyen dos títulos difíciles de localizar en la actualidad: las Cuestiones gramaticales y la Gramática castellana según la Real Academia Española; no obstante su obra más difundida fue el Compendio de gramática castellana de la Real Academia Española, texto que vio hasta siete ediciones antes de fin de siglo, la última en 1899 (s. n., Caracas). Este Compendio pretendió uniformar la enseñanza gramatical escolar en toda Venezuela y alcanzó una implantación extraordinaria en ese territorio. Limardo también realizó alguna incursión en la lexicografía bilingüe hispano-francesa, así publicó en la revista madrileña La Enseñanza un artículo sobre el Diccionario de galicismos de Rafael María Baralt (1810-1860).
Jaime Peña Arce