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Íñigo López de Mendoza y de la Vega, más conocido como el Marqués de Santillana, fue un conspicuo hombre de letras y armas del Prerrenacimiento español que destacó como poeta. Ostentó diferentes títulos nobiliarios, como el marquesado de Santillana, de donde le viene el sobrenombre; pero también otros, como el condado del Real de Manzanares y los señoríos de Mendoza, Buitrago e Hita. Vino al mundo en la localidad palentina de Carrión de los Condes en 1398. Con su nacimiento, cristalizó la unión de dos de las familias aristocráticas con más abolengo de la Castilla del momento: los Mendoza y la familia de la Vega. Desde niño, debido a la temprana muerte de su padre en 1404, vivió en una constante pugna por defender sus derechos como legítimo heredero, ora contra sus vasallos, ora contra alguno de sus parientes. No obstante, además de por los propios, su periplo vital estuvo salpicado por continuos sobresaltos producidos por su cercanía al poder durante una centuria especialmente turbulenta en la política castellana. Sea como fuere, el joven Íñigo se formó como caballero en armas y letras, aunque nunca llegó a aprender bien el latín. Por cuestiones económicas, y con apenas 13 o 14 años, su familia pactó su matrimonio con una rica heredera, Catalina Suárez de Figueroa (1393-1456). De esta manera, el patrimonio familiar aumentó considerablemente y nuestro protagonista quedó convertido en uno de los hombres más poderosos de la Castilla de la primera mitad del siglo XV. Tras el Compromiso de Caspe (1412), se trasladó a la corte aragonesa con Fernando de Antequera (1380-1416, Fernando I de Aragón entre 1412 y 1416) y allí entró en contacto la literatura catalano-valenciana de la época, con la lírica provenzal y con las influencias que de los albores del Renacimiento llegaban desde los dominios italianos de aquella Corona. En torno a 1419 regresó a Castilla para servir en la corte de Juan II (1405-1454, rey de Castilla entre 1406 y 1454). A lo largo de los años, y poniendo varias veces en juego su vida y su hacienda, luchó en favor del mencionado rey castellano. Así, lo defendió de una parte de la nobleza del reino, anhelante por hacerse con más poder; de los intentos de Aragón por aumentar su influencia a expensas de la debilidad de Castilla; y sumó algunas victorias en la Andalucía oriental, aún en manos musulmanas, destacando la toma de la localidad de Huelma (Jaén). No obstante, un enfrentamiento marcó su biografía: el que mantuvo contra el valido real Álvaro de Luna (1390-1453), con el tiempo caído en desgracia, y a quien dedicó su célebre Doctrinal de privados. Las treguas que le brindaron los distintos conflictos en los que se vio envuelto las dedicó a la lectura —dominaba el gallego, el catalán, el occitano, el francés y el italiano—, a la creación y al mantenimiento de un importante círculo de humanistas, a la formación de una formidable biblioteca y a la composición de una obra literaria que lo consagraría para la posteridad. Íñigo López de Mendoza gozó de un enorme prestigio en su momento, tanto como hombre de armas como en su papel de intelectual de referencia. Además, algunos de sus descendientes, reforzados por los títulos nobiliarios que Santillana consiguió por méritos propios, llegaron a ocupar varios de los cargos políticos y religiosos más importantes de la recién creada España. Finalmente, el Marqués de Santillana falleció en su palacio de Guadalajara, en 1458 y con 60 años, y fue enterrado en el convento de San Francisco de la capital alcarreña.
El quehacer erudito de este autor fue monumental, aunque el estrictamente lingüístico fue mucho más modesto. Respecto a este último, podemos citar dos obras, los Proverbios y los Refranes. El primero de estos títulos es una colección de sentencias extraídas de la Biblia o atribuidas a autores de la Antigüedad clásica. Fue compuesto por indicación de Juan II para la formación de su hijo y heredero, y redactado al alimón por Santillana y Pedro Díaz de Toledo (ca. 1410-1466), uno de los intelectuales a su servicio. Proverbios, también conocido como Centiloquio, incluye, además de la colección de sentencias, una serie de glosas que relatan los hechos más importantes protagonizados por la nómina de autores citados en el texto. La primera edición impresa de esta compilación se realizó en Sevilla a finales de aquella centuria; con el tiempo, Proverbios fue abundantemente reimpreso con pequeñas modificaciones en su contenido y en su título. La segunda de las obras mencionada, los Refranes que dicen las viejas tras el fuego y que van ordenados por el orden del ABC, es de atribución más que dudosa. Esta colección de paremias se formó a partir de los refranes que circulaban en pliegos sueltos en la Castilla de finales del siglo XV y comienzos del XVI. El texto resultante se publicó bajo el nombre del Marqués de Santillana como garante de autoridad por su gran prestigio; no obstante, no hay ninguna evidencia que permita establecer una filiación clara entre esa colección y nuestro protagonista. La primera edición impresa de los Refranes también apareció en Sevilla, aunque ya a comienzos del siglo XVI. Igual que el anterior, este segundo título fue abundantemente reimpreso en los siglos posteriores.
Jaime Peña Arce