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José de Lorenzo fue un cartógrafo, geógrafo y lexicógrafo aficionado español, activo durante la segunda mitad del siglo XIX. La vida de este autor es un completo enigma, pues se desconocen prácticamente todos los detalles de su periplo vital, desde su nacimiento hasta su muerte, incluidos los lugares y las fechas en las que esta y aquel se produjeron. Lo único que se sabe con seguridad es que fue empleado de la Dirección General de Hidrografía, donde alcanzó el cargo de oficial delineador.
El trabajo filológico de este autor se limitó a la composición, junto con sus compañeros del Depósito de Hidrografía, Martín Ferreiro y Peralta (1830-1896) y Gonzalo de Murga (1830-1882), del Diccionario marítimo español. La obra presenta una división binaria: por un lado, consta de un diccionario, de unas 5000 entradas, con una cuidada y sistematizada microestructura, que recoge numerosísimos términos náuticos de la lengua española; por otro, e insertados en la parte final del volumen, se hallan tres vocabularios (francés-español, inglés-español e italiano-español), en los que se traducen al español los principales tecnicismos náuticos de esas lenguas. El fin último que perseguía este diccionario, tal como queda recogido en su prólogo, era que cualquier marino español pudiera acercarse sin problemas a las cartas de navegación, independientemente del idioma en el que estuvieran escritas.
Jaime Peña Arce
Gonzalo de Murga y Mugártegui fue un viajero, marino, geógrafo y lexicógrafo aficionado español, activo durante los años mediales del siglo XIX. Nuestro autor nació en Bilbao, en 1830, en el seno de una aristocrática familia vizcaína de tradición castrense; Gonzalo fue el hermano del también viajero, aventurero y escritor, José María de Murga y Mugártegui (1827-1876), conocido como El Moro Vizcaíno por la gran cantidad de años que pasó en el norte de África. El joven Gonzalo se formó con los escolapios en Madrid y con los jesuitas en Loyola (Guipúzcoa) para, llegado el momento (1845), trasladarse al recién inaugurado Colegio Militar Naval de San Fernando (Cádiz). Miembro de la primera promoción de guardiamarinas, fue destinado, a bordo de la corbeta Ferrolana, a circunnavegar el mundo, por lo que durante años –siguiendo los pasos de Magallanes (1481-1521), Elcano (ca. 1476-1526), Francis Drake (1543-1596), James Cook (1728-1779), Bougainville (1729-1811) o Malaspina (1754-1809)– cruzó el Atlántico, exploró las costas de Cono Sur americano, recorrió el Pacífico Sur, atravesó el Océano Índico y bordeó el litoral africano. De vuelta en España, fue destinado a la comandancia de marina de San Sebastián, donde pasó tres años (1856-1859). Al término de esta etapa, y cansado de la vida sedentaria, decidió recorrer por su cuenta –y gracias a la estabilidad económica que le proporcionaba la acomodada posición de su familia– aquellas regiones que no había podido visitar en su primer viaje (Europa, Norteamérica, América Central y las Antillas); parece ser que nuestro autor se encontraba en Santo Domingo en el momento en que la isla se reincorporó a la Corona española (1861-1865) y que llegó a reconocer como compañeros suyos a algunos de los marineros que desembarcaron en la capital isleña. A finales de la década de 1860, Gonzalo de Murga retornó a Madrid y se incorporó a la Dirección General de Hidrografía, donde pasó el resto de su vida. La muerte lo sorprendió en Madrid, mientras preparaba un nuevo viaje –esta vez a China–, en 1882, con apenas 52 años, vividos con mucha intensidad.
La labor filológica –concretamente, lexicográfica– se limitó a la composición, de forma colegiada con sus compañeros del Depósito Hidrográfico, José de Lorenzo (¿?-1864-¿?) y Martín Ferreiro y Peralta (1830-1896), del Diccionario marítimo español. Esta obra presenta una división binaria: por un lado, consta de un diccionario, de unas 5000 entradas, con una cuidada y sistematizada microestructura, que recoge numerosísimos términos náuticos de la lengua española; por otro, e insertados en la parte final del volumen, aparecen tres vocabularios (francés-español, inglés-español e italiano-español), en los que se traducen al español los principales tecnicismos náuticos de esas lenguas. El fin último que perseguía este diccionario, tal como queda recogido en su prólogo, era que cualquier marino español pudiera acercarse sin problemas a las cartas de navegación, independientemente del idioma en el que estuvieran escritas.
Jaime Peña Arce
Martín Ferreiro y Peralta fue un cartógrafo, geógrafo y lexicógrafo aficionado español, activo durante la segunda mitad del siglo XIX. Natural de Madrid, vio la luz en 1830; se desconocen todos los datos alusivos a la calidad de su familia y a sus primeros años de vida. Al parecer, debido a la precaria situación de la economía familiar, esperó varios años para poder cursar la carrera de ingeniero; aunque finalmente no pudo ser, el joven Martín aprovechó aquella época para formarse, de forma autodidacta, en cuantas materias eran de su interés –Matemáticas, Dibujo y Geografía–, al tiempo que aprendía varios idiomas. La primera fecha conocida de su biografía, tras la de su nacimiento, es 1855, año en el que, cumplidos los 25, nuestro autor consiguió, por oposición, una plaza de delineante de cartas en la Dirección General de Hidrografía (heredera de la Casa de Contratación de Indias), donde se ocupó de la edición española del código de señales marítimas (que llegó a traducir al inglés, gracias a su conocimiento de ese idioma; y por cuya composición recibió los honores de teniente de navío y la Cruz del Mérito Naval); a la Dirección de Hidrografía permaneció ligado durante el resto de su vida, y en ella fue ascendiendo con el devenir de los años (por ejemplo, en 1866 pasó de cuarto a tercer delineante). Antes de 1855, durante su periodo formativo autodidacta, debió de establecer contacto con el afamado geógrafo Francisco Coello de Portugal (1822-1898), quien durante los años mediales del siglo XIX colaboraba con Pascual Madoz (1806-1870) en la composición del material cartográfico incluido en el célebre Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar (Establecimiento tipográfico de P. Madoz y L. Sagasti, Madrid, 1845-1850); Ferreiro participó en esta obra, con la realización de numerosos trabajos geodésicos y topográficos por todo el país, durante 11 años, y mantuvo, hasta su muerte, el contacto con su mentor Coello de Portugal. Pese a los numerosos vaivenes y grandes sobresaltos de la España decimonónica, parece que el madrileño llevó una vida sosegada, al margen de posicionamientos políticos, consagrado a sus ocupaciones e intereses: Ferreiro fue miembro fundador, y secretario durante varios lustros, de la Sociedad Geográfica de Madrid; desde esta institución abogó –en el contexto de las expediciones españolas al Magreb y a Guinea– por un colonialismo respetuoso con la cultura de los pueblos aborígenes, se posicionó a favor de la abolición de la esclavitud en las Antillas, y defendió la correcta enseñanza de la Geografía en las escuelas españolas (muy especialmente, en las femeninas), para lo que redactó varios manuales. Su carácter humanista y humanitario queda evidenciado por su labor en pro de la fundación de la Sociedad de Salvamento de Náufragos, de cuyas dramáticas historias había tenido noticia por su trabajo en la Dirección de Hidrografía, y por su estrecha amistad con Joaquín Costa (1846-1911). En 1872, gracias a un mapa histórico de la España del siglo XVI, fue nombrado miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia; nuestro autor ya formaba parte, además, de varias sociedades internacionales, de las que había recibido amplios reconocimientos. Martín Ferreiro y Peralta falleció en Madrid, en 1896, a la edad de 66 años.
El trabajo erudito e investigador de Ferreiro y Peralta fue abundantísimo en el ámbito de la Geografía y, en menor medida, de la Historia. Su labor filológica –concretamente, lexicográfica– se limitó a la composición, de forma colegiada con sus compañeros del Depósito Hidrográfico, José de Lorenzo (¿?-1864-¿?) y Gonzalo de Murga (1830-1882), del Diccionario marítimo español. Esta obra presenta una división binaria: por un lado, consta de un diccionario, de unas 5000 entradas, con una cuidada y sistematizada microestructura, que recoge numerosísimos términos náuticos de la lengua española; por otro, e insertados en la parte final del volumen, se encuentran tres vocabularios (francés-español, inglés-español e italiano-español), en los que se traducen al español los principales tecnicismos náuticos de esas lenguas. El fin último que perseguía este diccionario, tal como queda recogido en su prólogo, era que cualquier marino español pudiera acercarse sin problemas a las cartas de navegación, independientemente del idioma en el que estuvieran escritas.
Jaime Peña Arce