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Félix Ponzoa Cebrián fue un historiador, músico y académico español del siglo XIX. El joven Félix nació en Murcia, en 1799 (algunas fuentes, hoy descartadas, situaban su nacimiento tres años después, en 1802), en el seno de una acomodada familia de ascendencia guipuzcoana, que pudo proporcionar a sus vástagos una educación esmerada; uno de sus hermanos, José Antonio Ponzoa Cebrián (1791-1848), catedrático y simpatizante moderado, llegó a ocupar el ministerio de Marina durante el efímero gobierno de Bernardino de Velasco (1783-1851), IX duque de Frías, en 1837. Nuestro autor aprendió las primeras letras en su ciudad natal, y en 1817 ya era oficial de la Real Junta de Establecimientos Benéficos de aquella provincia. Los datos que la investigación maneja sobre este polifacético murciano son bastante superficiales y presentan importantes lagunas, aunque con ellos podemos dibujar un personaje con una dilatada trayectoria, salpicada por numerosas cesantías, como funcionario del Estado –desempeño que le hizo vivir en un sinfín de ciudades repartidas por toda la geografía española: Murcia, Guadix (Granada), Palma, Barcelona, Santa Cruz de Tenerife, Palencia, Castellón de la Plana, Ávila, Cáceres y Madrid–, que siempre compaginó esos quehaceres con actividades intelectuales y eruditas de lo más variado, que fueron desde la composición musical a la investigación histórica, pasando por las aventuras arqueológicas o los escarceos literarios y artísticos. Félix Ponzoa fue miembro de las Reales Sociedades Económicas de Amigos del País de Murcia, Valencia, Palma y Palencia, e ingresó como correspondiente de la Real Academia de la Historia en 1866, en cuyos anuarios figura como miembro hasta mediados del decenio de 1870. La fecha y el lugar de la muerte de este autor son un completo enigma.
Los escritos de Ponzoa Cebrián son muy abundantes; dentro de estos, destacan los dedicados a las cuestiones históricas (especialmente, las vinculadas con la región murciana) y a las musicales, sobre todo, vinculadas con la guitarra. Su reducido trabajo filológico guarda relación con otra de sus aficiones, el estudio de la historia antigua, y se concretó en la redacción, al alimón con el historiador Joaquín María Bover de Roselló (1810-1865), a quien conoció durante su estancia en Mallorca, del Diccionario manual para el estudio de antigüedades. Esta obra, que cuenta con más de 4500 entradas, recoge alfabéticamente los nombres de una gran cantidad de personajes históricos y mitológicos, topónimos de la Antigüedad, deidades de diversas religiones, algunos latinismos y muchas curiosidades más.
Jaime Peña Arce
Joaquín María Bover de Roselló fue un historiador y arqueólogo español del siglo XIX. Nació, en 1810, en el seno de una familia mallorquina asentada en Sevilla, ciudad de la que su padre, el jurista Juan Bover Tarrasa (1745-1811), llegó a ser alcalde mayor en un periodo especialmente convulso, marcado, a nivel general, por la guerra contra la ocupación napoleónica y, en su caso, por la ocupación francesa de la capital andaluza (1810). Huérfano de padre y con la Península arrasada por las tropas galas, el joven Joaquín se trasladó –en penosas condiciones– junto con su madre a Palma, donde residía el resto de su familia; a esa ciudad permanecería ligado el resto de sus días. El sevillano estudió Humanidades en el colegio que los padres jesuitas poseían en la capital balear y, aún adolescente (1825), comenzó a trabajar como escribiente en la Contaduría General de las Baleares. Desde muy tempana edad se sintió atraído por la historia de sus islas, y comenzó a recopilar diversos impresos y manuscritos, que le permitieron conformar una completa biblioteca y una celebrada colección de antigüedades. Bover de Roselló consagró su vida a la catalogación, conservación y reconocimiento del patrimonio histórico-cultural mallorquín, tanto en calidad de aficionado como desde su trabajo funcionarial o desde su pertenencia a diversas academias y sociedades culturales; desde 1833 fue cronista oficial del antiguo Reino de Mallorca. Aunque pasó la mayor parte de su vida en las Baleares, por cuestiones laborales se asentó durante dos breves periodos en Madrid: el primero, entre 1851 y 1853, cuando fue nombrado oficial 3.º de la Biblioteca Nacional, hasta que fue cesado tras el pronunciamiento del general O´Donnell (1809-1867) en 1854, levantamiento conocido como la Vicalvarada; pocos años después, en 1857, fue llamado de nuevo a la capital, ciudad que abandonó rápidamente por problemas de salud. En 1858 se asentó de forma definitiva en Palma, donde vivió hasta su muerte, en 1865. Bover de Roselló fue miembro, en distintos grados, de un sinfín de instituciones culturales, tanto nacionales como internacionales: la Academia de Ciencias y Bellas Artes de Mahón, de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, de la Real Academia de la Historia, de la Academia de Medicina y Cirugía de Barcelona, de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Carlos, de la Academia Española de Arqueología, de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Artes de Córdoba, de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, de la Accademia dell’Arcadia de Roma, de la Academia Quirúrgica Mallorquina, de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis, de la Academia de Medicina y Cirugía de Murcia, de la Academia de Esculapio de Madrid, de la Académie d’Archéologie de Bélgica, de la Real Academia Ercolaense, de la Academia de las Ciencias de Lisboa y de la Academia de Bellas Artes de las Islas Baleares. Además fue caballero de la Orden Militar de San Juan de Jerusalén, de la Orden de Carlos III, de la Real Orden Americana de Isabel la Católica, de la Orden Militar de San Silvestre y de la Orden Militar de Calatrava.
Su reducido trabajo filológico guarda relación con su gran afición, el estudio de la historia antigua y de la arqueología, y se concretó en la redacción, al alimón con el polígrafo murciano Félix Ponzoa Cebrián (1799-post 1870), a quien conoció durante la estancia de este en Palma, del Diccionario manual para el estudio de antigüedades. Esta obra, que cuenta con más de 4500 entradas, recoge alfabéticamente los nombres de una gran cantidad de personajes históricos y mitológicos, topónimos de la Antigüedad, deidades de diversas religiones, algunos latinismos y muchas curiosidades más.
Jaime Peña Arce