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El padre Thiel fue un religioso lazarista, obispo, misionero, lingüista e historiador nacido en 1850 la ciudad industrial de Elberfeld (Renania del Norte-Westfalia, Alemania) en el seno de una familia burguesa de orígenes campesinos. Huérfano de madre desde los seis años, creció en un ambiente filantrópico en el que se le inculcó la importancia de la ayuda al necesitado y en el que la mentalidad y personalidad del sacerdote –hoy beato– Adolfo Kölping (1813-1865) desempeñó un papel trascendental. Thiel cursó sus estudios de bachillerato en el convento de San Vicente de Paúl de la cercana ciudad de Neuss (Renania del Norte-Westfalia, Alemania), y en esa institución lazarista se ordenó sacerdote en 1874. Los paúles realizaban en aquel momento una importante labor misionera en Hispanoamérica. Esta realidad, junto con la persecución que comenzó a sufrir la Iglesia católica en Alemania –movimiento denominado Kulturkampf, encabezado por Otto von Bismark (1815-1898) e inserto en la tendencia a la unificación cultural y religiosa del recién unificado Imperio alemán– impulsó a nuestro autor a cruzar el Atlántico para emprender una nueva vida. Su primer destino fue el seminario de Quito, donde permaneció por espacio de tres años (1874-1877); al término de este trienio, y tras una serie de sucesos que forzaron la decisión –asesinato del presidente del país en 1875 y muerte por envenenamiento del arzobispo de Quito en 1877–, las órdenes religiosas fueron expulsadas de Ecuador y Thiel se trasladó a Costa Rica. A los dos años de su llegada, y gracias a su calidad de extranjero y al prestigio adquirido –pese a contar solo con 30 años–, fue escogido para desempeñar el cargo de obispo de San José de Costa Rica, puesto que estaba vacante debido al enfrentamiento entre el Gobierno y la Iglesia en esa república centroamericana: Thiel ocupó la sede desde 1880 hasta 1901. Estos 20 años estuvieron marcados por la ayuda a los necesitados –introdujo en el país la doctrina social de la Iglesia– y los incesantes viajes por todos los rincones del país, lo que le brindó la posibilidad de entrar en contacto con las comunidades indígenas de todo el territorio costarricense. Murió prematuramente con solo 50 años, fue declarado Benemérito de la Patria en 1921 por el Gobierno costarricense y es considerado uno de los inspiradores de la Teología de la Liberación.
Su labor filológica se centra en el estudio del léxico de lenguas amerindias de Costa Rica, aún no trabajadas ni descritas en aquel momento (finales del s. XIX).
Jaime Peña Arce