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En 1900, Morel-Fatio (1850-1924) en su libro sobre Ambrosio de Salazar et l’étude de l’espagnol en France sous Louis XIII (Alphonse Picard et Fils-Edouard Privat, París-Toulouse, 1900) señaló a Antoine Charpentier como autor de La parfaicte méthode; el nombre de Antoine lo conocemos gracias a las investigaciones de Maux-Piovano. Hasta entonces, esta obra era anónima y Charpentier solo era conocido por su colaboración en la Liga católica (1576-1591), un movimiento político-religioso que surgió en Francia en contra del protestantismo. Nació en el seno de una familia católica de letrados y, continuando con la tradición familiar, ejerció como abogado en París y mantuvo las convicciones religiosas, hasta tal punto que fueron estas las que lo condenaron a morir ejecutado. Pese a que la Liga católica se había disuelto en 1591, quedó un grupo de afiliados clandestino que permaneció en activo, el Conseil des Seize, al que pertenecía Charpentier, que actuaba en la ciudad de París. A partir de la llegada de Enrique IV (1553-1610) a la capital francesa, y el consiguiente triunfo de la ideología protestante, el Conseil y el resto de figuras relacionadas con la Liga se vieron obligados a expatriarse, independientemente del perdón real. Charpentier quedó absuelto, probablemente por su matrimonio con la hija de Jean Bacquet (¿?-1597), que lo ayudó a medrar. No obstante, su suerte cambió con el descubrimiento de tres cartas que lo situaban como conspirador contra la monarquía francesa. Este fue el detonante de su ajusticiamiento en París en 1597.
A él le debemos La parfaicte méthode, publicada en 1597, si bien los dos ejemplares encontrados con fecha de 1596 han generado cierta controversia. Fue la primera obra destinada a la enseñanza del español a franceses; sin embargo, pronto se vio ensombrecida por otras publicaciones que se adaptaban mejor a los gustos del público. La parfaicte méthode no contaba con las listas de palabras para la adquisición del vocabulario, ni con la claridad que buscaban los estudiantes de español. Lo que sí incluía eran comentarios filológicos y comparaciones con otras lenguas romances y clásicas, una decisión que restringió su número de lectores. Se sabe que entre los modelos que siguió para su redacción están las Osservationi della lingua castigliana (Gabriel Giolito de Ferrari, Venecia, 1565) de M. Giovanni Miranda (¿?-¿?) y la Gramática castellana (Guillermo Simón, Amberes, 1558) de Cristóbal de Villalón (principios s. XVI-post 1588). Las reglas gramaticales iban acompañadas de ejemplos extraídos de la literatura española, especialmente de la popular y de la renacentista. Junto a las citas de autoridades como Boscán y Garcilaso, que son un reflejo de la norma culta de la lengua, aparecen coloquialismos, refranes y dialectalismos sobre los que no se advierte al lector.
Leticia González Corrales