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José Antonio de Alzate y Ramírez fue un sacerdote, periodista, cartógrafo, naturalista, geólogo, científico e ilustrado novohispano, activo durante la segunda mitad del siglo XVIII; es considerado el principal continuador de la labor intelectual que Carlos de Sigüenza y Góngora (1645-1700) cultivó en el Virreinato mexicano durante el siglo anterior. Nuestro autor, perteneciente al estamento criollo, nació en 1737, en la localidad de Ozumba (hoy llamada, en su honor, Ozumba de Alzate), situada en el valle de México, no lejos de la capital virreinal. Su padre era vasco, y su madre pertenecía a una familia de hacendados, emparentados con Sor Juana Inés de la Cruz (1648-1695), y asentados por largo tiempo en la región. El joven José creció en la hacienda familiar, en contacto con las comunidades indígenas locales, para, con 10 años, trasladarse a la Ciudad de México (1747). Allí, en el Colegio de San Ildefonso, se formó en Artes (1753) con los jesuitas –orden con la que tuvo siempre una relación muy estrecha, y a la que defendió cuando fue expulsada (1767)–; y en la Universidad capitalina terminó licenciándose en Teología (1756). De naturaleza estudiosa, y poseedor de un interés desbordante por todos los campos del saber, Alzate mostró desde temprano su inclinación por el estudio de las Ciencias exactas (Matemáticas, Física y Química, Astronomía y Biología) y sus aplicaciones, pero sin olvidar tampoco las disciplinas humanísticas, donde destacó por su conocimiento de los clásicos latinos. Aunque no se dedicó a la docencia reglada en la Universidad, su patrimonio familiar y una serie de rentas eclesiásticas le permitieron consagrarse al estudio y a la investigación, lo que –gracias a la difusión de sus numerosas y variadas publicaciones– le granjeó una importante reputación en el Virreinato y cierta proximidad con los mandos de la administración novohispana, aunque llegó a tener sonados enfrentamientos con algunos virreyes. Son de destacar las aportaciones de Alzate a la minería mexicana (centradas en la búsqueda de yacimientos de mercurio, fundamental en el proceso de fundición de la plata), sus estudios demográficos y cartográficos sobre el Virreinato y sus desvelos en contra de la desecación de la laguna que dominaba el valle de México (cuestión candente durante todo el periodo virreinal y no culminada hasta el siglo XIX). A finales de siglo, el de Ozumba se había convertido en el intelectual de referencia del más septentrional de los reinos españoles en el Nuevo Mundo, por lo que todas las expediciones científicas europeas que arribaban a aquellas costas entraban en contacto con él, lo que le sirvió para asimilar las nuevas teorías y descubrimientos desarrollados al otro lado del Atlántico; pese a su abertura de mente, Alzate fue siempre un firme defensor de la tradición novohispana y de los saberes de los pueblos amerindios, lo que lo llevó a polemizar, en varias ocasiones, con otros intelectuales, tanto americanos como europeos. Fue miembro de la Academia de Ciencias de París, de la Real Academia de Medicina y Ciencias Naturales (Madrid), de la Sociedad Bascongada de Amigos del País y del Jardín Botánico de la capital de España. José Antonio de Alzate y Ramírez falleció en la Ciudad de México, en 1799, con 62 años; sus restos fueron sepultados en el convento de la Merced de la capital novohispana.
El trabajo filológico de este autor no fue, en comparación con sus estudios en otros campos, muy notable. Solo conservamos un pequeño glosario de voces mexicanas y no mexicanas explicadas en español. Este pequeño repertorio fue producto de una expedición que Alzate realizó a las ruinas de Xochicalco (en el estado de Morelos, al sur de la Ciudad de México) en 1791; las memorias de aquel viaje se las dedicó a los miembros de la expedición comandada por Alejandro Malaspina (1754-1809), en especial a uno de sus integrantes, el botánico Antonio Pineda (1751-1792), nacido en la Ciudad de Guatemala, y con el trabó gran amistad. La crónica de aquel periplo arqueológico, incluido este pequeño vocabulario, fue publicada como suplemento a la revista Gacetas de Literatura, fundada y dirigida por el propio Alzate entre 1788 y 1795.
Jaime Peña Arce