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Rodolfo Oroz Scheibe nació en Santiago de Chile en 1895 y murió en esta misma ciudad el año 1997. Fue el segundo hijo de don Ruperto Oroz Velásquez y doña Elena Scheibe Rôder, quienes se trasladaron a Alemania a los 6 años de nacido su vástago. Realizó sus estudios en Alemania, ingresando en 1915 a la Universidad de Leipzig, donde se dedicó al estudio de lenguas clásicas y modernas, obteniendo su grado en 1920. Un año después, y debido a su brillante carrera, fue nombrado Asesor de Estudios de la República de Sajonia. En 1922 obtuvo un doctorado en Filosofía en la misma Universidad de Leipzig, donde fue discípulo de maestros de tan reconocido prestigio como Eduard Sievers (1850-1932), Eduard Spranger (1882-1963), Max Förster (1869-1954), Johannes Volket (1848-1930) y Wilhelm Wundt (1832-1920). Se casó con una mujer alemana, de la que enviudó prematuramente; después contrajo segundas nupcias con su compatriota Pilar Valdivia, con la que tuvo un hijo. De regreso en Chile, se incorporó como profesor al Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile en 1923. Sus primeras cátedras fueron la de latín y la de literatura grecolatina. También tuvo el cargo de profesor de filología española y de lingüística general. En dicha universidad ejerció además como Jefe del Departamento de Lenguas Románicas y del de Filología Clásica (1931), Director del Instituto Pedagógico (1933-1944) y Director del Instituto de Filología (1943-1968). En octubre de 1959 obtuvo la calidad de miembro académico de la Facultad de Filosofía y Educación de la universidad chilena. Su discurso de incorporación versó sobre las cartas de Pedro de Valdivia, las cuales analizó desde el punto de vista histórico, lingüístico y literario. Pronto comenzó a sobresalir como uno de los más grandes latinistas de Chile, materia a cuyo desarrollo contribuyó con numerosos estudios, conferencias y traducciones de autores clásicos. Casi todos sus trabajos publicados en forma de libro tratan de temas lingüísticos, circunstancia que dio origen a protestas cuando, en 1978, recibió el Premio Nacional de Literatura, ya que Oroz estaba considerado más como un estudioso del lenguaje que como un cultivador de la creación literaria. En marzo de 1966 la Universidad de Chile le confirió la Gran Medalla de Plata "Andrés Bello" por su obra La Lengua Castellana en Chile. En ese mismo año y mes, el presidente de la República Federal de Alemania, Dr. Heinrich Lübke, le otorgó la Gran Cruz y Estrella al Mérito, en el grado de Gran Oficial de la República. El 16 de junio de 1980, en sesión pública y solemne, la Academia Chilena de la Lengua lo declaró Director Honorario, después de haberla dirigido durante 21 años y cumplido 40 como miembro de número en ella. En 1981 la Universidad de Chile le otorgó la calidad de Profesor Emérito en virtud de su dilatada y brillante trayectoria al servicio de la institución. En noviembre de 1988 la Academia Chilena de la Lengua le rindió nuevamente un homenaje, con motivo de haberse cumplido 50 años desde su incorporación a ella. En 1995 le fue dedicado el vol. 35 del Boletín de Filología de la Universidad de Chile –publicación fundada por él– como homenaje a sus 100 años de edad. Su extraordinaria longevidad le permitió, además, convertirse en el profesor que más tiempo ha permanecido en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Santiago de Chile, a la que estuvo ligado durante setenta y dos años. Rodolfo Oroz falleció el 13 de abril de 1997, a la edad de 101 años.
Uno de sus primeros trabajos fue «El Vocabulario del manuscrito escurialense IJ-4, […]», en el que estudia 1131 expresiones romances en comparación con las latinas correspondientes, pero, sin duda, sus obras más importantes son la Gramática latina, el Diccionario de la lengua castellana y La lengua castellana en Chile. La primera, publicada por vez primera en 1932, ha sido reeditada en tres ocasiones, siendo una obra de referencia inexcusable, en cuyo prefacio deja constancia de que «es la primera obra americana en que se aplica el sistema histórico comparado a la exposición científica de la estructura de la lengua latina». En Brasil fue traducida al portugués, en 1938, por Aníbal Noscentes. Por su parte, La lengua castellana en Chile es una obra de carácter fundamentalmente sincrónico, pero el material reunido para su elaboración abarca el espacio de un siglo. Finalmente, el Diccionario de la lengua castellana, con innumerables reediciones desde 1943 y hasta nuestros días, es un texto de referencia que se ha convertido en un clásico de las letras hispánicas en Chile. Contiene unas 40 000 voces, además de un completo repertorio de chilenismos y americanismos.
Susana Serra Sepúlveda