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Andrés de Olmos fue un lingüista, lexicógrafo y misionero español, activo en la Nueva España a mediados el siglo XVI; además, es considerado el primer autor de una gramática sobre una lengua amerindia. Los datos biográficos que conservamos sobre Olmos son bastante escuetos. Debió nacer en alguna localidad de la comarca burgalesa de la Bureba, cerca de Oña, a finales del siglo XV. Ascensión Hernández Triviño (1940-actualidad) y Miguel León-Portilla (1926-2019) propusieron el año de 1485 como la fecha de su natalicio; no obstante, otros investigadores proponen fechas posteriores. Al parecer, huérfano de padres a muy temprana edad, se trasladó a la localidad vallisoletana de Olmos de Esgueva (de donde le vendría el apellido, aunque este dato tampoco está del todo contrastado) para vivir en casa de una hermana suya, ya casada, que disfrutaba de una desahogada posición económica. Comenzó los estudios de Leyes y Cánones, no se sabe si en la Universidad de Valladolid o en la de Salamanca; tampoco se conoce si los llegó a terminar. Realizó el noviciado en el convento franciscano de Valladolid, íntimamente ligado al de Burgos (el principal de Castilla); gracias a esa relación, entró en contacto con un personaje fundamental en su biografía, Juan de Zumárraga, O. F. M. (1468-1548), futuro primer obispo de México. Olmos, a las órdenes de Zumárraga, y tras perseguir, mandatados por el Santo Oficio, supuestos actos de brujería por el territorio vizcaíno, se embarcó en 1528 rumbo al Nuevo Mundo, donde permaneció durante 43 años, hasta el final de sus días. Su prolongada estancia en la Nueva España la dedicó a labores pastorales y misioneras: inicialmente, y por breves meses, en la actual Guatemala; después, a lo largo y ancho de México, donde su primer destino fue zona de Cuernavaca, lo que le permitió familiarizarse con el nahua. Desde un principio, tomó conciencia de la importancia que para su labor de apostolado tenía el aprendizaje de las lenguas locales; a ello se dedicó con ahínco y, en pocos años, llegó a ser considerado por sus contemporáneos como el mayor experto en ese particular. Fue un firme defensor de los derechos de los indios y mantuvo una asidua correspondencia con otros misioneros implicados en esas cuestiones, como Bartolomé de las Casas, O. P. (1474 o 1484-1566) o Toribio de Motolinía, O. F. M. (ca. 1482-1569). También destacó, dentro de su labor evangelizadora y cuando ya dominaba el nahua, en la enseñanza de la lengua latina; lo hizo en el seminario de Tlatelolco, situado a las afueras de la Ciudad de México y destinado a la formación de sacerdotes indígenas. A partir de 1539, se dedicó a la conversión de naturales en las sierras de Tuzamapan, en la zona norte del actual estado de Puebla, un área de habla totonaca. Desde 1554 en adelante se asentó en las costas del golfo de México, justo en la frontera actual entre los estados de Veracruz y Tamaulipas, donde entró en contacto con el pueblo huasteca, cuya lengua también aprendió. Andrés de Olmos falleció en Tampico (Tamaulipas), en 1571 y tras una vida dedicada a la labor misionera, en precarias condiciones.
El trabajo intelectual del padre Olmos fue monumental. Además de por sus quehaceres filológicos destacó por sus trabajos históricos y etnográficos, textos de los que han bebido muchos historiadores posteriores. En el plano lingüístico sobresalió por sus trabajos de descripción gramatical y recopilación lexicográfica de varios idiomas mexicanos (nahua, huasteco y tononaco); sin embargo, solo se han conservado sus trabajos sobre la lengua nahua. Aunque el afamado investigador mexicano García Icazbalceta (1825-1894) afirmó que durante el decenio de 1560 todos esos trabajos (tanto el que versa sobre el nahua como los que tratan acerca del huasteco y del totonaco) fueron publicados, a día de hoy no hay constancia de la existencia de tales ediciones. El mencionado trabajo sobre la lengua nahua se conserva en seis manuscritos, fechados en 1547. Esos seis manuscritos se custodian en las siguientes instituciones: uno, en la Biblioteca Nacional de España; dos, en la Biblioteca Nacional de Francia; uno, en la Biblioteca del Congreso (Washington); uno, en la Universidad de Tulane (Nueva Orleáns), y el último, en la Universidad de Berkeley. El Arte del padre Olmos también ha llegado hasta nuestros días por medio de una edición, realizada a finales del siglo XIX por el americanista y lexicógrafo francés Rémi Siméon (1827-1890), y titulada Grammaire de la langue nahuatl ou mexicaine (Imprimerie national, París, 1875). Esa edición fue traducida al español y reimpresa por Miguel León Portilla (Edmundo Aviña Levy editor, Guadalajara, 1972); dicho texto, ya volcado al español, ha vuelto a ser reeditado en varias ocasiones. Finalmente, cabe destacar que el trabajo gramatical de nuestro franciscano es la primera descripción de una lengua amerindia conocida, y parte de los modelos de la gramática nebrisense (como era habitual dentro de los textos de la lingüística misionera), por lo que está dividido en cuatro partes: la primera, formada por trece capítulos, presenta la morfología nominal; la segunda, que consta de otros trece capítulos, se centra en la verbal; la tercera, compuesta por ocho capítulos, versa sobre las partículas, los adverbios y presenta las normas ortográficas de esa lengua; la cuarta, ofrece una serie de ejemplos prácticos y de uso.
Jaime Peña Arce