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Francisco de Paula Caveda y Solares fue un jurista, historiador y asturianista de la Ilustración española. Nació en la localidad de Villaviciosa, en 1759, en el seno de una familia acomodada. En esa localidad asturiana vivió su infancia y aprendió las primeras letras. A finales del decenio de 1770 se trasladó a Oviedo para cursar la carrera de Leyes, a cuyo término se instaló en Madrid por espacio de breves meses; sin embargo, el maliayo abandonó rápidamente la capital para regresar a su patria chica, contraer matrimonio e instalarse en la casa familiar. En Villaviciosa, como juez de nobles y regidor de la villa, pasó Caveda y Solares el resto de su apacible vida, siempre en contacto epistolar con relevantes personalidades de la vida cultural de la España de la época –como Jovellanos (1744-1811), Francisco de Goya (1746-1828) o Leandro Fernández de Moratín (1760-1828)– e imbuido en multitud de quehaceres intelectuales y eruditos. En 1805 fue nombrado miembro correspondiente por su provincia de la Real Academia de la Historia, nombramiento tras el cual se dedicó con ahínco al estudio de los documentos del monasterio de Valdediós, en las cercanías de Villaviciosa. Los últimos años de su vida vinieron marcados por los vaivenes que vivió España durante los años de la Guerra de la Independencia (1808-1814): Caveda y Solares fue nombrado miembro de la Junta General de Asturias, una de las instituciones que se alzó como contrapoder frente a la dominación napoleónica, en representación del concejo villaviciosino; no obstante, nuestro autor no llegó a ver el final de la contienda, pues, con solo 53 años, en 1812, falleció en su localidad natal. Francisco de Paula Caveda y Solares fue el padre del académico y escritor liberal y asturianista José Caveda y Nava (1796-1882), cuya obra (también la lexicográfica) ha sido confundida y mezclada –por su similitud temática– en múltiples ocasiones con la de su padre.
El trabajo filológico de Francisco Caveda, dentro de su producción investigadora, es limitado, y se centró en la descripción de la variedad asturiana; aunque no hay que olvidar que gran parte de su obra no llegó a la imprenta y sigue sin conocerse en la actualidad, por lo que no puede descartarse que fuera más amplia. De él conservamos una carta, escrita a finales de la primavera de 1791 y remitida a su amigo Jovellanos, en la que se habla de las características que debían regir la creación de la planta del truncado diccionario del bable que el gijonés planeó elaborar. Esta carta vio la luz en una edición de manuscritos y obras menores de Jovellanos, realizada por el polígrafo asturiano Julio Somoza de Montsoriu y García-Sala (1848-1940), en 1913.
Jaime Peña Arce