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Luciano Abeille –de nacimiento, Lucien Abeille– fue un médico, traductor, latinista y filólogo aficionado argentino de origen francés. En 1859 vio la luz en Burdeos (Francia), donde cursó las primeras letras y realizó los estudios secundarios; finalizados estos, se instaló en París y culminó allí la licenciatura en Medicina. Al término de sus estudios universitarios se trasladó a Argentina y, ya instalado en el filofrancés Buenos Aires finisecular, contrajo matrimonio con una dama de la alta sociedad criolla porteña y se hizo hueco rápidamente en los círculos culturales y políticos de la época, trabando relación con, entre otros, Carlos Pellegrini (1846-1906), futuro presidente de la República Argentina. En 1892, y por intercesión del mencionado Pellegrini, fue nombrado profesor de lengua francesa y latina en el prestigioso Colegio Nacional de Buenos Aires, institución en la que permaneció por espacio de 30 años; en 1900 ingresa como profesor de las mismas materias en la recién creada Escuela Superior de Guerra y comienza a consagrar gran parte de su tiempo a la investigación filológica. Fue miembro de diversas sociedades científicas y pedagógicas, entre ellas, la Sociedad Lingüística de París. Murió en Buenos Aires en 1949, habiendo cumplido los 90 años.
Intelectual polifacético, dentro de su producción filológica destaca su elogiada y difundida Gramática latina, reeditada cuatro veces, y –sobre todo– su polémico Idioma nacional de los argentinos. Este tratado (en general, más atacado que conocido) defendía, desde unos postulados nacionalistas herederos de los del Romanticismo, la existencia de una lengua propia en el área del Río de la Plata, completamente emancipada del español de España y del de otras zonas de Hispanoamérica. Esta obra levantó una enorme polvareda en la Argentina de su tiempo y su principal hipótesis –la del autonomismo lingüístico– fue duramente vilipendiada hasta el punto de que investigadores posteriores han considerado este texto como la vacuna perfecta contra cualquier invectiva que tratara de romper la unidad de la lengua española.
Jaime Peña Arce