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Manrique Alonso Lallave nació en Fuente de San Esteban (Salamanca) en 1839. Desde muy joven se dedicó a la carrera eclesiástica y con catorce años ingresó en un convento de los misioneros dominicos de ultramar. Terminó sus estudios en Manila, donde ejerció como párroco durante doce años. No obstante, en 1867, sus convicciones religiosas experimentaron un cambio tras recibir unos tratados protestantes desde España, hasta el punto de convertirse al protestantismo, lo que le costó la degradación y ser encerrado en un calabozo de un convento de Manila. Después fue enviado a España para comparecer ante un consejo eclesiástico, pero consiguió escapar en Singapur. A finales de 1871, regresó a España y publicó en Madrid, un año después, Los frailes en Filipinas (Imprenta de J. Antonio García, Madrid, 1872), lo que le costó disgustos al impresor, sancionado por las autoridades por imprimirlo. En 1873 profesó en iglesias de Granada y de Madrid –ciudad en la que contrajo matrimonio– por poco tiempo, para pasar a ser pastor en Sevilla entre 1874 y 1888, ciudad en la que se inició en la masonería. Simultáneamente se dedicó a la escritura, con colaboraciones semanales en La luz de Madrid, donde trataba temas bíblicos y asuntos polémicos de actualidad. En 1889 volvió a Manila, dejando en España a su mujer y siete hijos, pero muy pronto murió, aparentemente envenenado, y los frailes se negaron a enterrarlo, por lo que, cuando su cuerpo comenzó a corromperse, tuvo que intervenir el cónsul inglés y consiguió darle sepultura en el cementerio protestante de San Pedro Macati, que hoy forma parte del conglomerado de Manila, como Macati.
Entre sus obras destaca el Diccionario bíblico, divido en dos tomos y publicado en Sevilla. En el «Prólogo» defiende la validez de su aportación, pues, a su juicio, España no había seguido la tradición, como sí ocurría en otros países, de escribir repertorios de estas características, que sirvan de ayuda eficaz a los estudiosos de la Biblia. El primer tomo está dedicado a los nombres propios relacionados con la geografía, la historia y la etnografía bíblicas, mientras que en el segundo se explican los valores de los nombres comunes empleados en la Sagrada Escritura que necesitan de aclaración.
Estrella Calvo-Rubio Jiménez