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Antoine Louis Claude Destutt, conde de Tracy, fue un filósofo, político e intelectual ilustrado francés, activo a lo largo de las últimas décadas del siglo XVIII y en el primer tercio del XIX. Nació en París, en 1754, en el seno de una familia aristocrática procedente de Escocia, pero establecida en la capital gala desde el siglo XV. Recibió una educación esmerada, acorde a su posición social. Su padre, militar de carrera y muerto en 1766, lo orientó hacia la carrera de las armas, por lo que nuestro protagonista ingresó en la Academia de artillería de Estrasburgo; terminada su formación, pasó a formar parte de la compañía de mosqueteros reales. Con 22 años, en 1766, se inició en la masonería y comenzó a interesarse por las nuevas ideas ilustradas. Su tranquila vida, a caballo entre la milicia y las ocupaciones eruditas, se vio interrumpida por el advenimiento de la Revolución Francesa (1789), de cuyos Estados Generales formó parte como miembro de la nobleza. Tras participar en algunas campañas militares en el norte del país, en las que plantó cara a los enemigos de la Convención, fue encarcelado durante la época del Terror (1793-1794). Salió de prisión al tiempo que Napoleón Bonaparte (1769-1821, emperador de Francia entre 1804 y 1814), de quien fue siempre un acérrimo detractor, ascendía al poder. En aquellos años, Destutt se consagró a numerosas tareas intelectuales, que, pese a su marginación respecto al poder, lo convirtieron en uno de los pensadores de referencia. Con la caída del corso, apoyó el ascenso al trono de Luis XVIII (1755-1824, rey de Francia entre 1815 y 1824), bajo cuya protección fue nombrado par de Francia. Antoine Louis Destutt murió en París, en 1836 y con 82 años, sin haber renegado nunca de muchos de los logros conseguidos por los revolucionarios, como la división de poderes o la libertad política.
El legado como pensador y filósofo de este autor es más que notable; el lingüístico, una consecuencia de este. Respecto a este último particular, y dentro de su colección de Eléméns d’Idéologie, en concreto, como el segundo (Chez Courcier, París, 1803) de sus volúmenes, el parisino incluyó un tratado gramatical. Esta obra, que sigue la estela del manual de Étienne Bonnot de Condillac (1714-1780), Grammaire. Cours d’étude pour l’instruction du Prince de Parme (Bodoni, Deux-Ponts, 1782), ha sido calificada por la crítica como un ejemplo paradigmático de gramática sensualista, pues sitúa a la sensación como la base del conocimiento (también del gramatical). La clave de su aportación descansa en la noción de proposición, entendida como la expresión de un juicio, que, a su vez, se define como la percepción de una relación entre dos ideas. Este tratado está formado por seis capítulos: descomposición del discurso, descomposición de la proposición en todas las lenguas, de los elementos de la proposición, de la Sintaxis, de los signos durables de nuestras ideas y de la creación de un lenguaje perfecto. Antes de estos, el autor inserta una introducción en la que sitúa la Gramática general en el marco de los presupuestos de la Ideología, expuestos en el primer tomo de su colección. El texto analizado en esta ficha fue vertido al español por Juan Ángel Caamaño (1780-1821), un intelectual liberal y un gran conocedor de la lengua francesa, traductor de –entre otras– la obra de Madame de Staël (1766-1817) .
Jaime Peña Arce