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Pedro (o Pero) Díaz de Toledo, señor de Olmedilla, fue un jurista, traductor y humanista español del siglo XV. La historiografía ha confundido durante mucho tiempo a este autor con su primo hermano, Pedro Díaz de Toledo Ovalle (ca. 1425-1499), primer obispo de Málaga. Existe también un tercer personaje, homónimo y contemporáneo, el médico Pedro Díaz de Toledo (¿primera mitad del s. XV?- ¿segunda mitad del siglo XV?), con quien tampoco debe confundirse. Sea como fuere, nuestro protagonista –aunque desconocemos la fecha exacta de su nacimiento, fijado entre 1410 y 1415– vio la luz en Sevilla, el seno de una de las familias de judíos conversos más importantes de la Castilla del momento, ligada íntimamente a la Corona y la nobleza de aquel reino. No se conservan muchos datos alusivos a su infancia y primeros años. Se sabe que cursó estudios universitarios en distintos centros, tanto castellanos (Valladolid) como aragoneses (Lérida); precisamente, en el estudio general de la capital ilerdense obtuvo el doctorado en ambos Derechos (civil y canónico) en 1445. Los contactos familiares le permitieron entrar en la órbita real, pues llegó a ser preceptor del futuro Enrique IV (1425-1474, rey de Castilla entre 1454 y 1474), y de la administración, donde se significó en la redacción y en el desarrollo de una gran cantidad de textos legislativos. Durante sus estancias en la Corte, el sevillano entró en contacto con Íñigo López de Mendoza (1398-1458), primer marqués de Santillana, para quien también trabajó y de quien fue amigo personal; igualmente, comenzó a relacionarse con el círculo de intelectuales y humanistas que gravitaban en torno a este personaje clave de la política y de la cultura castellana de la primera mitad del siglo XV. Gracias a su posición, Díaz de Toledo formó parte de alguno de los hechos históricos más importantes de la época: fue uno de los jueces que condenador a muerte al valido real Álvaro de Luna (ca. 1390-1453); desempeñó labores de mediación en la firma de la paz entre Castilla, por un lado, y Aragón y Navarra, por otro, y consiguió revocar la condena de Fernando Álvarez de Toledo y Sarmiento (1390-1460), primer conde de Alba de Tormes y primo del Marqués de Santillana, encarcelado por Juan II (1405-1454, rey de Castilla entre 1406 y 1454). Pedro Díaz de Toledo falleció en Alcalá de Henares, en 1466, rodeado de gran admiración y reconocimiento; sus restos mortales descansan desde entonces en la iglesia alcalaína de Santa M.ª la Mayor.
El trabajo filológico de este autor se centró en la traducción y glosa de textos clásicos latinos. Esta labor fue realizada bien durante su etapa como preceptor del Príncipe de Asturias, en aras de la creación de materiales para su formación, bien durante el periodo en el que sirvió al Marqués de Santillana, íntimamente interesado por estas cuestiones. En concreto, su traducción y comentario de los apócrifos Proverbia Senecae, realizada a instancias de Juan II, se inserta dentro del auge que los estudios sobre este autor, Lucio Anneo Séneca (4 a. C.-65 d. C), natural de la Bética romana y representante del Estoicismo, vivieron en los diferentes reinos peninsulares durante el otoño medieval.
Jaime Peña Arce