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Nacido en Manchester, en el seno de una familia calvinista, se licenció en Medicina por la Universidad de San Andrés de Edimburgo, donde fue alumno –según algunas fuentes– del propio Isaac Newton (1642 o 1643-1727). Su primer contacto con el continente americano se produjo a raíz de su nombramiento como comisionado de la Royal Society de Londres para estudiar las plantas medicinales del Río de la Plata. Durante su viaje, y debido a su profundo humanismo, terminó enrolándose como médico en diversos barcos negreros, dedicados al tráfico de esclavos entre África y América. Desembarcó, tiempo después, en Buenos Aires gravemente enfermo. Esta etapa de convalecencia lo acercó a la fe católica y a la labor de los jesuitas en el Cono Sur. Repuesto de su enfermedad, ingresó en la Compañía en 1732 en Córdoba, y en 1738 se ordenó sacerdote y se hizo misionero. Su labor como misionero se centró en las tierras más meridionales (Patagonia), en aquel momento –y durante toda la época virreinal– muy desatendidas. Compaginó siempre sus funciones religiosas con las de profesional de la Medicina; de hecho, llegó a fundar la primera farmacia de la ciudad argentina de Córdoba y creó la cátedra de Matemáticas en su Universidad. Entre sus múltiples intereses estaba también la Paleontología, a la que dedicó tiempo y energía.
Tras la expulsión de los jesuitas (1767), fue apresado y enviado, primero, a Cádiz y después, a Italia. Desde allí volvió a su Inglaterra natal, ingresando en la provincia inglesa de la Compañía de Jesús, prestando servicios de capellán en varias casas de la nobleza. Murió en 1784 en la aldea de Plowden (Midlands Occidentales, Inglaterra) mientras preparaba la edición de muchas de sus multidisciplinares obras.
En la actualidad, y como homenaje, un lago de la Patagonia –y el cerro que domina– llevan su nombre.
Su obra, Descripción de la Patagonia –dada a conocer en Inglaterra en 1774–, que incluye su Razón de idioma de los moradores de estos países, despertó el interés de las potencias europeas por aquella remota región. Todo este movimiento llevó a que la Corona española instalara sus primeras fuerzas militares en la zona.
Jaime Peña Arce